EL MITO DE LOS MONTONEROS Y LOS PROFETAS DEL ODIO
I.
Es un lugar común hablar de Montoneros como si hubieran sido una gran cosa,
una organización temible, capaz de tomar el poder por las armas, algo parecido,
instaurar el socialismo.
Montoneros fue una gran cosa desde la excusa que
procuró para que los militares argentinos fueran usados por el Imperialismo,
Gran Bretaña y EEUU, a fin de asaltar la Democracia, asolar la República y
proponer la destrucción de su capacidad industrial, pero por sobre todo, de YPF,
la empresa de bandera del petróleo, una de las empresas petroleras de Estado más
importante del mundo, entonces, en la mira de la Standard Oil y la British
Petroleum desde su fundación en 1922, junto con las riquezas petrolíferas
argentinas, desde antes.
Claro, todo esto potenciado por diez o más, a partir de
las prospectivas sobre la riqueza petrolera de la cuenca de Malvinas, estimadas
en diez veces las del Mar del Norte, justamente de 1976, año del golpe.
Montoneros fue luego una gran cosa, cuando un agente del M-16, pseudo
historiador, Richard Gillespie, los pone por sobre el IRA, Ejército Republicano
Irlandés, en guerra irregular con Inglaterra de 1916 a 2005, nada menos; no está
de más recordar que Gillespie escribió un solo libro “Montoneros, soldados de
Perón” (1987), nunca más tuvo que tomarse el trabajo de investigar y publicar
nada, se fue a tomar sol al mediterráneo, su nuevo destino.
Hoy día dirige una
publicación online y cobra su sueldo de la “Universidad de Liverpool”,
sin preocuparse demasiado por sus extravagantes investigaciones sobre la
guerrilla en un país perdido en el hemisferio austral.
La cuestión del
mediterráneo lo preocupa de tal forma, que incluso ve a Barcelona como una
ciudad prometedora; ignoro si tomará café con Mario Eduardo Firmenich en la
rambla del principal puerto de Catalunya, para estos días profesor de economía y
empresa en la Universitat Rovira i Virgili, en Reus, ahí, cerca.
Fue, por último, una gran cosa, cuando Néstor Kirchner es elegido por Eduardo
Duhalde para salvar el sistema representativo, el santacruceño un mes antes de
los incidentes de Avellaneda, junio de 2002, fusilamientos de Santillán y
Kostecki, había reventado a cadenazos y golpes de manopla el movimiento de
protesta asambleario en Río Gallegos, sin que se supiera una letra de tal
barbarie en la Capital, 2500 kilómetros al norte, sobre todo por obra y gracia
de su agente de prensa en Buenos Aires, entonces, Miguel Bonasso, hombre de la
dirigencia de Montoneros, agradecido a Richard Gillespie por haberle revelado el
sentido oculto de su lucha, como la de miles de desaparecidos. Kirchner es
elegido por Duhalde porque para ese entonces ya integraba ese pequeño club
oligárquico de políticos multimillonarios.
La venta de YPF, diez años antes, le
había procurado para entonces una fortuna que superaba los 1000 millones de
dólares, la megaminería, otro tanto, asiento contable que lo convertiría en poco
tiempo en el político más rico de la historia argentina, uno de los hombres más
ricos del país, con ínfulas de más para pretender quedarse con todo.
Lo más cerca que había estado Néstor Kirchner en los 70 de la organización
armada, es una acción que protagoniza en Río Gallegos, en el año 1975, cuando
irrumpe en una entrega de juguetes en una villa por parte de elementos de la
Juventud Peronista y la Juventud Radical Revolucionaria, al grito de “montoneros
carajo”, tirando los juguetes por el aire, hacia los niños que hacían una
ordenada fila, provocando su desbande, esa noche, elementos de la organización
montoneros de la zona, especularon con ejecutarlo, ya que le veían el perfil de
un infiltrado; lamentablemente, no andaban tan errados, pero, como eran una
organización armada vertical, poco seria, en donde todo en definitiva podía
decidirse con una perinola, no lo hicieron, vaya que se arrepentirían, años más
tarde, Néstor Kirchner colaboraría con el jefe militar de la zona, el Cnel.
Oscar Guerrero, represor de monta, en la delación de sus antiguos conocidos, al
tiempo que comenzaba a hacerse rico.
Lo cierto es que Montoneros fue desde su creación un gran cambalache, un
fraude, una surrealista aventura de niños bien venidos a menos y
lúmpens de todo pelaje, convencidos que la distancia entre la quimera
de la guerra revolucionaria propuesta por Guevara de la Serna en la
Tricontinental de La Habana en enero de 1966 y la Armada Brancaleone, la
fenomenal película de Mario Monicelli, era corta.
En estas páginas, que no serán
pocas, vamos a demostrarlo.
Sobre todo porque en estos días de debacle y
confusión general, en donde el aire se ha vuelto irrespirable y está saturándose
de violencia, con amenazas de bombas de humo y tráficos de armas improbables,
los herederos del mítico relato ocupan la administración pública y digitan los
destinos de esta Argentina que parece que va a terminar encallando en medio de
la niebla en cualquier parte.
Nuestro afán, es que sea en un lugar pacífico, si
no es mucho pedir, lo menos desgarrador posible.
Muchos, convencidos del relato del terrorismo de Estado, indudable, soportan
aún el duelo por los derechos humanos como si no hubiera nada digno de mejor
causa, otros, en la vereda de enfrente, tienden a colocar a los ex guerrilleros
en el umbral de lo siniestro, como si fueran émulos de los Khmer Rouge,
discípulos de Pol Pot, cuando lo patético es que eran en su gran masa, una banda
de papanatas impresentables.
Y hoy día lo siguen siendo.
Eso sí, ayer y hoy, una
horda de tránsfugas irrecuperables, unos sicópatas jodidos, unos soberbios
convencidos que quienes no estuvieron o están con ellos, son algo menos que una
población de vermes.
Siempre ayuda a pensar: hagamos un poco de historia, algo de geografía.
Empezaremos por Viet Nam, país de grandes tradiciones y una rica gastronomía,
situado en el golfo de Tonkin, en el sudeste asiático, nueve veces más chico que
nuestra tierra, poblado por noventa y un millones, como dice que canciller
Timerman, hoy día una de las economías más pujantes de la región, mientras
pretende instalar La Salada en Luanda.
Limita al norte con China, al oeste con
Laos y al sur con Camboya. En el siglo XX, un general de sus fuerzas armadas
regulares, Vo Guyen Giap, derrotó a lo largo de medio siglo, a los ejércitos
coloniales de Francia, (Dienh Bien Fhu, 1954), EEUU (Saigón, 1975), China (Lang
Son 1979).
Luego de que Giap derrocara la tiranía sangrienta de Pol Tot en Camboya en
1978, cosa que había hecho en 20 días, al año siguiente, China invade Viet Nam
con un ejército de 200.000 hombres, se retira luego de sufrir 20.000 bajas y
65.000 desaparecidos.
Giap sirvió al Ejército de Vietnam de 1926 a 1981. Hoy
día, vive, tiene más de 100 años, milita en contra de la megaminería
contaminante, sí es un grande, sus tácticas y estrategias son estudiadas en las
academias militares importantes, junto con las de Alejandro de Macedonia, Aníbal
de Cartago, Julio Cesar, Suleyman el Magnífico, Bonaparte, San Martín,
Rommel.
Ernesto Guevara de la Serna, un médico argentino enfermo de asma, nacido en
Rosario y convertido en comandante revolucionario en La Habana, lanza en 1966
una frase que lo haría tristemente célebre, combatir al Imperialismo con los
armas, mediante la guerra de guerrillas, hasta derrotarlo, creando cuantos
“Vietnam” fueran necesarios; nunca recomendó la necesidad de contar con uno,
dos, tres, Generales como Giap, no, le pareció superfluo.
Era un rotundo
improvisado el argentino, todo lo solucionaba con su pinta y con un paredón, en
el peor de los casos, por lo pronto, nunca se había tomado el trabajo de
estudiar a Marx y a Lenin, lo aburría.
No lo culpo, a mi también me aburren de fenomenal manera. Por eso, entre
otras cosas, nunca me declaré marxista.
Es verdad, una vez un amigo economista,
a los postres de un ceviche de salmón rosado de antología, un salmón entero,
éramos unos cuantos, todos invariablemente ebrios, explicó la teoría de la
plusvalía de forma magistral, tan en así que la he olvidado, sé que es una
maravilla de la ciencia económica, absolutamente cierta. Coincido con Engels, no
era necesario escribir un libro de 500 páginas para demostrar que los patrones
roban.
En Argentina el ladrón más fenomenal que existe es el Estado, con
cantidad de impuestos y gravámenes confiscatorios, recesivos, desalentadores. El
IVA es un invento escandaloso de un delincuente económico, nadie a la fecha
amaga con eliminarlo. No, la idea no es hablar de economía, para nada.
Guevara había inventado la guerra revolucionaria, una gigantesca épica de
crealina y cartón piedra, no estudiada hoy día en otra parte que no sea la
cátedra de Insurgencia y Marxismo de la Universidad de las Madres, en la Plaza
de los Dos Congresos, en la ciudad de Buenos Aires, taller cultural, teórico, no
se exige presentismo, al que se accede luego de tomarse un café en la amplia
vereda, en un bar bautizado justamente “El revolucionario”, en homenaje al
médico rosarino.
Miles de jóvenes ilusos y valientes murieron de fines de los 60 a mediados de
los 80 en toda Amerindia, miles, convencidos que con su muerte se iba a
construir el socialismo, cuando en realidad su pelea fue la excusa perfecta para
que dictaduras sangrientas conculcaran libertades civiles y derechos laborales,
abriéndole las puertas a empresas multinacionales para un saqueo indiscriminado,
endeudando a sus pueblos con deudas fraudulentas.
Toda una épica se cantó, se escribió, se filmó, se dramatizó, toda ella con
dudoso arte, pero por sobre todo con una falta de honestidad intelectual
notable.
Medio siglo antes, Lenin se había tomado el trabajo de tipificar el
síntoma de la patología padecida por el médico rosarino, se la rotuló como
“izquierdismo”, su terapia más efectiva era cuando menos la muerte política, de
persistir, el ostracismo. Fidel sí había leído a Lenin.
Su loca aventura militar, en donde suma fracaso tras fracaso hasta su muerte,
es bastante explícita, así y todo, se han hecho y se harán cantidad de filmes
sobre su vida, documentales o ficcionales, el Che ha tenido una virtud
indudable, era terriblemente fotogénico, es cierto, también era joven, honesto,
valiente, de clase alta, le alcanzaba para descollar ante un John Kennedy,
incluso, Cuba aún prometía; lo fundamental, cosa poco y nada comentada, era una
molestia insoportable para Fidel Castro Ruz, quien ya había tenido que
deshacerse de Camilo Cienfuegos de la peor forma.
No, con Guevara no era tan simple, lanzarlo por el mundo a inventar guerra de
guerrillas era un fenomenal subterfugio para perpetuarse en el poder sin
incordios, para intentar gobernar Cuba de la forma que fuere, cuando menos.
Pero
por sobre todas las cosas, Guevara portó el mito cual un semidiós olímpico por
esas cosas del cristianismo, luego de ser entregado por la dirigencia del
Partido Comunista boliviano, cumpliendo instrucciones impartidas por Moscú, los
ranger bolivianos, cumpliendo órdenes expresas de la CIA, lo fusilaron
a la edad del Cristo.
Sí, tal era el plan urdido por Washington y suscrito por
Moscú, Guevara era mucho más valioso muerto que vivo, en eso, una vez más, el
médico asmático de Rosario, se había equivocado.
Vamos a recordar una página de su épica, en la antípodas de Giap, porque se
ha vuelto más actual que nunca, su campaña de liberación en el Congo, año 1965,
relatada como una magistral partida de ajedrez por Gabriel García Márquez, nunca
le han faltado relatores a estos combatientes, con el curioso título de
Operación Carlota, habla de la presencia de tropas cubanas en África de 1966 a
1991, nada menos, hay más de 10.000 combatientes cubanos descansando para
siempre en la tierra de los rinocerontes.
Sí, ya se adivina, el logro de
semejante hazaña, es la instauración de una dictadura marxista petrolera en
Angola, que ha condenado a la miseria al 40% de su población, aún sin agua
corriente, con un estado de terror y censura que soporta una oligarquía
socialista dueña de todo, con fatalidad y resignación.
Ahí viajó CEW la semana pasada, para sacudir las caderas y venderle espejitos
de colores a un empresariado de clase media paupérrima que ni pudo adquirir una
cosechadora.
La exitosa Operación Carlota relatada por el caribeño Nobel de
literatura amigo de Tirofijo, tiene su mayor mérito en haber puesto en el poder
a José Eduardo dos Santos, líder de Movimiento Popular para la Liberación de
Angola, MPLA, quien gobierna casi sin oposición, con el control absoluto de los
medios, desde 1975.
Angola pasó de ser una colonia portuguesa a estar bajo el
taco de un ingeniero petroquímico graduado en Baku, formado en la vieja URSS,
padre de una hija, Isabel de los Santos, que es la única empresaria de un país
rico en diamantes y petróleo, poblado de gente descalza y pobre.
Sí claro,
Cristina se acordó de Guevara, mientras Guillermo Moreno le recordaba que
también habían llevado una cabra clonada y una vaca lechera campeona, para
regalar al pueblo angoleño, pueblo condenado a comer hasta huevos importados, de
Holanda, ni una gallina puede poseer un pobre de Luanda, ni hablar de provincias
más pobres.
Así y todo, la inutilidad de la guerra revolucionaria instaurada por Guevara
de la Serna sirvió para que el Imperio durmiera sin frazada, si ése iba a ser el
enemigo, daba gusto, era cuestión de seguir oprimiendo y asolando pueblos,
apropiándose de sus recursos naturales, una y otra vez las huestes guevaristas
le seguirían dando la razón práctica para asolar democracias de pacotilla, al
precio vil de los petrodólares.
Curiosamente, la fama de Guevara superó a la de
Giap con creces; nadie se pasea en ninguna capital del mundo con una vistosa
remera impresa con el perfil de Giap, no da para que en el verano las chicas se
cubran apenas con musculosas sin sostén, con sus sonrientes pezones detrás de la
mirada lúcida del genial estratega, nadie se hace un tatuaje en el hombro con su
perfil de tres cuartos, no se ha filmado una miniserie o una largometraje sobre
su vida, ni siquiera en Viet Nam, nadie le canta loas.
No, no tiene la pinta del médico asmático argentino, nunca pretendió exportar
su lucha revolucionaria ni mucho menos, él, junto con Ho Chi Ming, el líder
político vietnamita, compañero y amigo de luchas de toda la vida, podía escribir
una y mil veces, primero Ha Noi, segundo Ha Noi, tercero Ha Noi; es tan exitoso
que ni la muerte ha logrado convencerlo, pasado un largo siglo, de la
conveniencia de su compañía.
Ningún tendero del Once, de más está decir, tendría
la idea genial de pretender imprimir remeras con el perfil de austero militar
asiático, que le había provocado a los norteamericanos más de 58.000 muertes,
150.000 heridos, 500.000 alienados, drogadictos, alcohólicos, para después
vendérsela a su primo de Brooklyn.
II
El mito de Montoneros nace en mayo de 1970, cuando un puñado de jóvenes que
no tenían más de 25 años, anuncia haber secuestrado y fusilado al Tte. Gral.
Pedro Eugenio Aramburu, líder gorila, responsable del golpe militar que
derrocara a Juan Perón en 1955.
En menos de tres meses, todos los integrantes
del comando son asesinados en distintos operativos, menos Firmenich y Arrostito,
está última, novia de Fernando Abal Medina, diez años mayor que él, ex
comunista, con vínculos con La Habana, en donde estos adolescentes habían
recibido instrucción militar, supuestamente.
Este es el mito fundacional de
Montoneros.
Hay documentación en demasía, cito entre otros los libros de autores tan
dispares como Alberto Lapolla, marxista, “Kronos, el cielo por asalto”, Próspero
Germán Fernández Albariño, “Z Argentina, el crimen del siglo”, comando gorila, o
“Montoneros, soldados de Massera”, del abogado e investigador Carlos Manfroni,
políticamente incorrecto.
Hay muchos más autores que lo refieren, caso Fermín
Chávez, capítulo de la voluminosa Historia Argentina dirigida por José María
Rosa, en donde se pone de manifiesto documentalmente, cómo este grupo juvenil
fue parte de una conspiración urdida en una oficina de Inteligencia del
Ejército, manipulados y entregados por un joven informante de esa fuerza, Mario
Eduardo Firmenich, procedimiento similar que utilizaría la división Gladio de la
CIA en Italia, al crear las Brigadas Rojas y terminar asesinando al Premier Aldo
Moro.
En este punto es interesante la línea investigativa que propone Manfroni, en
“Montoneros, soldados de Massera”, P2-Massera-Montoneros, ese año, el del
Mundial 78, eran asesinados Aldo Moro y Albino Lucchiani, Patriarca de Roma,
Juan Pablo I. La CIA, la mafia, la masonería, habían infiltrado la Iglesia
Católica.
Tal el precio de un Concilio Vaticano, el IIº, que se había permitido
interpretar el mensaje de Xto, conforme el siglo XX, hacer alta teología, para
condenar una vez más el capitalismo, herejía protestante aberrante, esto en
plena guerra fría, proponiendo en Europa el diálogo de los curas obreros con la
dirigencia sindical comunista, seamos tajantes con el punto, nunca la lucha
armada; ya el personaje de ficción de Don Camilo, lo hacía en novelas populares
y en varios largometrajes de consumo masivo.
Era la realidad de Italia, con el
Partido Comunista más numeroso y organizado de Europa.
Esta realidad insoslayable, iba en contra de lo pactado en Yalta.
Si Roma
debía caer en tal maroma, caería. Incluso al precio de un magnicidio -Aldo Moro
proponía nada menos que compartir el poder, él como líder de la Democracia
Cristiana, con el Partido Comunista-, el del Papa, y la tentativa de otro (Juan
Pablo II, 1981).
El mensaje sería contundente, más que asimilado.
Un terco y
poco formado obispo polaco se dedicaría a demoler al comunismo, incluso al costo
de dejar vacía la Iglesia de forma y sustancia en veinte años.
A la pasada,
reconocería un estado racista y genocida, el de Israel, avalando un relato, el
Holocausto, inventado para ocultar, negar, tergiversar, obviar, ningunear, la
muerte de 100 millones de soldados y civiles cristianos durante la IIº Guerra,
víctimas de tres regímenes anticristianos, el nazismo, el comunismo, el
capitalismo, cada cual a su modo, deterministas, materialistas, panteístas,
ateos.
La Teología de la Liberación, en Amerindia, leía el Evangelio de atrás para
adelante, lo cruzaba con los Documentos de Medellín apuntados en malas
fotocopias, le prendía una vela a Camilo Torres por la noche, escuchaba un
long play del monumental Zitarrosa, mientras le miraba los blue
jeans ajustados a alguna catequista que se quedaba después de hora a barrer
la sacristía, sin poder ocultar la calentura, se mandaba para el fondo del
gallinero a desenterrar una carabina oxidada de las antiguas guerras civiles
para sublimar la erótica.
En Buenos Aires, la revista Cristianismo y Revolución,
de Juan García Elorrio, era la guía espiritual de entonces, en donde cantidad de
organizaciones armadas de toda América, publicaban sus solicitadas
revolucionarias, convocando a la lucha. Montoneros no existía, había que
inventarlo.
El responsable militar de la operación de Argentina fue el Gral. Alejandro
Agustín Lanusse.
La causa formal del magnicidio, impedir la probable
reconciliación que Aramburu iba a proponerle a Juan Perón, sellando la unidad
del Ejército, el más poderoso de Suramérica, entonces, con el serio riesgo de
que se replantearan, o cuestionaran, cuando menos, sus hipótesis de combate,
zanjando una división histórica de tiempos de Lavalle y Dorrego, nada menos, dos
jóvenes oficiales del Ejército Libertador que San Martín lamentó no haber
fusilado en su momento toda su vida.
Cuentan que el mismo Perón, ante el relato de Mario Firmenich publicado en la
revista “La causa peronista”, el 3 de septiembre de 1974, describiendo con lujo
de detalles la ejecución de Aramburu, el cual, según el informante del Ejército,
le habría autorizada a Fernando Abal Medina para que le disparara con una 45 al
pecho con un lacónico “proceda”, se habría burlado del mistificador, a propósito
de que Aramburu fue encontrado con la boca amordazada, con su camisa blanca
impecable, sí, con dos balazos en el pecho.
Perón había dicho: “Qué fuerte la
voz de Aramburu”. Así nacía la organización armada más poderosa de
Occidente.
Curiosamente, el filme “Secuestro y muerte”, escrito y dirigido por Rafael
Filipelli, pareja de Beatriz Sarlo, en colaboración con su mujer, Mariano Llinás
y David Oubiña, que narra las últimas horas de Aramburu según el relato del
joven informante del Ejército, Mario Firmenich, la “historia oficial”, a la
fecha, no logra pasar la censura del Instituto de Cinematografía de la
Argentina, dirigido por una ex montonera, Liliana Mazzure, no accediendo luego a
su estreno comercial.
Al parecer, el filme es demasiado “fuerte”.
¡Caramba, qué
otra cosa se podría esperar!
Mucho más fuerte sería un filme que relatara la
verdadera historia, ese, seguramente, no contaría con el guión de Sarlo ni se
podría estrenar en el Bafici.
Sé demasiado bien de qué hablo.
No me vanaglorio
de ello.
En la Italia del deleznable Berlusconi, se pudo: en 2003, Renzo
Martinelli, estrena “La plaza de las cinco lunas”, con gran elenco y notable
repercusión, contando la verdadera historia sobre la fundación de las Brigadas
Rojas y el secuestro y asesinato de Aldo Moro.
III
A todo el que puedo, le recomiendo y en muchos casos, la presto, la más
importante novela de habla hispana de los últimos 50 años, hablo de “La fiesta
del chivo”, de Mario Vargas Llosa.
Lejos, muy superior a “Cien años de soledad”,
de Gabriel García Márquez.
Me tomo un café o un vino, invito, con cualquiera que
haya leído ambas y no comparta mi criterio, no elijo el vino.
Me puedo fumar un
paquete de Camel discutiendo sobre el punto, sí, pago una o dos botellas, el
resto, vamos a medias.
Invito lectores honestos, sin trampa, sí, puede haber
excepciones.
Y la tercera mejor es “La Reina del Sur”, de Arturo Pérez Reverte.
Y sí, ahí nos agarramos a trompadas con medio mundo.
Vale la pena.
Lo que me preocupa seriamente es la edad del genial arequipeño, de 76, que no
se vaya a poner gagá demasiado pronto.
Porque “Operación Algeciras” es una obra
que requiere de su genio y su talante, su método, la investigación ya está
sedimentada.
Las declaraciones del peruano a propósito del peronismo, traducidas
a las apuradas por La Nación, que engaña, si bien las comparto, es más, a veces
me da la sensación de que lee estas páginas, lo alejan un poco del divertimento
del conflicto, del húmedo cogollo, no creo, honestamente no lo creo, que a esta
altura Vargas Llosa esté para escribir la novela de Perón, el otro mito, el
fundante, el peronismo, padre de todos los mitos ulteriores.
Pero contar esa
operación encubierta, protagonizada por dos “buzos tácticos” de Montoneros y un
oficial de la Armada, un tal Fernández, con el objetivo de atentar en Gibraltar
contra la flota de la armada de guerra británica, nos pone nuevamente de bruces
con el tecnicolor desteñido de Monicelli y La Armada Brancaleone.
Ni siquiera,
son la apoteosis de ese histórico filme y de otro que no le va a la saga,
también de Monicelli, “Los desconocidos de siempre”.
El marco histórico, la guerra de
Malvinas y el mundial en España de 1982.
La anécdota de la policía española,
deteniendo a los “comandos”, interrogándolos entre risotadas, arrepintiéndose
luego del error que había precipitado la caída del grupo, habida cuenta de que
iban a atacar al enemigo histórico, el usurpador del Peñón, que los hayan tomado
por narcotraficantes
-¿cuándo no?-,
la respuesta del comisario del pueblito
español, Algeciras, al Capitán Fernández, cuando se entrega, se presenta con
rango y apellido y pide ser tratado como un prisionero de guerra, “si tu eres el
Capitán Fernández yo soy sobrino del Papa”, dan rienda suelta a un desopilante
relato, que, como un paño de piedad, cubriría gran parte de nuestros últimos
cuarenta años de lamentable y tergiversada historia.
Pego a continuación el
trailer de “Operación Algeciras”, documental hispano-argentino de 2003,
a propósito de la fallida operación que hubiera “cambiado el rumbo de la guerra
en 1982”. Otra botella de vino picante y una paella bien cutre, marche. http://www.youtube.com/watch?v=IR0Hdj_DTH8
IV
Todas las operaciones de Montoneros fueron de similar índole.
Un fracaso
militar, un relato adobado por escribas variopintos, propios y ajenos, un buen
negocio siempre, el amparo para que agentes de inteligencia foráneos de toda
índole se hiciera un picnic con la agonía y la muerte de miles de jóvenes de
pocos años y muchas menos experiencia política, fatalmente crédulos, siempre,
repito, un muy buen negocio.
Eso sí, nunca faltó plata, muchos, se enriquecieron
malamente.
Sobre todo, dieron pasto para que una generación se acostumbrara a
vivir muy bien sin trabajar.
Eso, social y culturalmente tiene un costo más que
alto.
Y lo peor de todo, no tiene retorno.
Es peor que la droga.
El facsímil de la tapa de la revista oficial del Ejército Montonero, “Evita
Montonera”, que ilustra la nota, de octubre de 1975, es un documento histórico
en todos los sentidos posibles, es, desde ya, un cúmulo lamentable de horrores
políticos o algo mucho peor.
Vamos a poner la lupa en cada centímetro de esas
dos páginas, porque encierran una eminencia esencial, esto es, una capacidad de
mentir inolvidable.
Esto, ya lo sabemos, a veces es tan sólo una patología,
otras, un modus operandi, esto viene a ser consecuencia de un estado de
necesidad, o una impostura fraudulenta, una táctica.
El ataque al Regimiento de
Infantería del Monte 29 de Formosa, plan supuestamente atribuido a l número 4 de
la organización entonces, Raúl Yaguer, eso relata Cirilo Perdía, número 2, en el
libro Operación Primicia, de Ceferino Reato.
El plan fue de Yaguer, dirigido y ejecutado por un comando a sus órdenes.
Fue
el bautismo de fuego de un “Ejército Montonero” que vestía uniforme azul, como
los bomberos.
Invariablemente, esto les sucedió una y otra vez, entregaba el
cuartel un soldadito traidor, de clase media alta, en este caso, Roberto Mayol.
En el ataque al Comando de Sanidad, 6 de setiembre de 1973, en Buenos Aires, el
entregador había sido el soldado Hernán Invernizzi, hijo de la más que famosa
Eva Giberti, piscopedagoga progre que todavía pretende enseñar cómo se educa un
hijo: en esta acción del ERP también participa otro notable, Eduardo Anguita,
periodista ultra K que hoy día se está empezando a preocupar por la fuga de
capitales, cosa que expresa por Radio Nacional a los gritos; la lista de
soldaditos de las organizaciones armadas, entregando a sus compañeros de la
colimba es larga, nunca fueron puestos en la picota por nadie, han sido
invariablemente premiados.
La convicción de estos geniales estrategas era que la
tropa, los conscriptos, no iban a ofrecer resistencia.
Esto, invariablemente, una y otra vez había fracasado.
Para un colimba, un
guerrillero era el enemigo.
En media hora, mueren en el enfrentamiento, doce
soldados y la misma cantidad de extremistas.
El comando, de setenta hombres, se
repliega, la operación, el copamiento del Regimiento, fracasa.
Está demás decir
que ni Yaguer ni nadie de esa conducción haría una autocrítica, ni entonces ni
nunca.
Había sido un éxito.
Tal el mamarracho de estos pretensos comandantes
revolucionarios. Ninguno sentía demasiada congoja porque tener que dejar en el
campo una docena de compañeros muertos. Eran los riesgos de la lucha armada.
Sus
familiares, años más tarde, 40 años más tarde, recibirían del Estado una
indemnización de 200 mil dólares.
El único que hacía una autocrítica seria entonces era el número 3 de la
organización, Roberto Quieto, fundador de las FAR, fusionadas con Montoneros,
“confusionadas”, de formación marxista.
Quieto no era un adolescente, estaba
cerca de los 40, veía esta estrategia confrontacional con el Ejército como un
soberano disparate, no apoyaba la idea del golpe, propiciada por Montoneros,
veía en definitiva a esta lucha armada brancaleonesca como la muerte de
la política, cosa que por cierto lo era.
Lo pagó con su vida, fue secuestrado en
diciembre de ese año, mientras estaba con su familia en una playa de Martínez, a
los dos meses del ataque al RIM 29, en Formosa; siempre se especuló con que
había sido entregado por Firmenich, tal el método del informante del Ejército,
luego agente de Massera y la P2 para deshacerse de sus críticos o detractores
internos.
A Quieto luego se le lo acusó de traidor, de entregador,
supuestamente, la operación, el atentado contra el edificio de Coordinación
Federal, en el barrio de Congreso, en julio de 1976, tuvo como objetivo
silenciarlo.
En el hecho murieron 25 policías y fueron mal heridos 80, nunca se
supo si murió Roberto Quieto.
Es paradigmático, maldita palabra, el caso del subteniente Ricardo
Massaferro, muerto durante el fallido intento de copamiento del RIM 29, hijo de
un oficial retirado del Ejército, del mismo nombre, peronista, hombre que
incluso había participado en el entrenamiento de Montoneros.
Y sí, Perón había
propiciado la guerrilla, la creación de formaciones especiales, muchos hombres
de la Resistencia lo habían escuchado, se habían comprometido.
La tragedia, una
vez más, tenía ribetes griegos.
Perón, que nunca combatió en una batalla, que
había huido ante la única cierta que le propuso la historia, también estaba
convencido que era un genio de la táctica y la estrategia guerrillera, basta
escuchar sus peroratas grabadas por Pino Solanas y Octavio Gettino para ver el
nivel desopilante de cháchara con que era capaz de despacharse.
Tal su doctrina
de la guerra revolucionaria, otro mamarracho.
Termino con esa postal formoseña con un comentario, a propósito de la muerte
del subteniente Massaferro, de guardia ese caluroso sábado en el RIM 29,
supuestamente un enemigo de la revolución socialista planteada por el “Ejército
Montonero”; en el cínico lenguaje del imperialismo, un daño colateral, uno más.
Cito a Carlos Kunkel, hoy día diputado nacional del FpV, quien participa de la
Operación Primicia, entonces, la estrategia de Montoneros era ideológica,
enfrentar al Ejército Argentino, a fin de plantear una disyuntiva de hierro:
“había dos ejércitos, uno, el represor, otro, el ejército montonero, la gente
tenía que entender esto”.
No hay que ser un genio de la política para entender
que plantear esta oposición, en pleno gobierno democrático, que había llegado al
poder con el 63% de los votos, era proponer un golpe de Estado, la muerte de la
política y de cualquier entendimiento democrático y civilizado.
Era abrir las
puertas del Infierno.
Si de ahí salían dos, tres, cuatro, cien o mil demonios,
venía a ser un puro detalle contable.
Nadie honesto y con un mínimo de sentido
común, puede hablar de esto como de un error, no a esa altura no.
Esto es ser
parte de un minucioso y deliberado plan.
Un plan diseñado en otra parte.
No sólo no hubo nunca, a la fecha, ninguna señal de arrepentimiento por los
partícipes de esa Operación Primicia, la cual abrió las puertas de los
monstruos, sino que sus autores todavía la recuerdan y celebran, incluso usando
las instalaciones de la UBA para tal evento, sí, lo hicieron hace tres o cuatro
años.
Mucho menos han intentado acercarse a los familiares de los doce soldados
asesinados por sus balas revolucionarias, no incluyo al Subteniente en esa
lista, ahí la tentativa se pondría demasiado densa.
La pensión que cobran hoy
día los padres de los conscriptos asesinados no llega a los 1000 pesos
mensuales.
1.200.000 es lo que han recibido los familiares de los terroristas,
con sus nombres grabados en bronce como víctimas del “terrorismo de Estado”, en
el Monumento de la Memoria en la Costanera Norte, una de las plazas menos
visitadas de la Argentina.
Sí, repugna, es demasiado obscena la historia.
Nuestra historia.
Pero lo concreto es que es uno de los testimonios más patentes
de la política de Derechos Humanos instaurada por este gobierno que en estos
días cumple 9 años en el poder, muchos años.
V
La CIA, el M-16 y el Mossad, se turnaban para ver quién se volteaba a la piba
más linda de la organización armada, algunas de ellas, de proverbial belleza,
siempre, disfrazados con las ropas de un comandante revolucionario.
Las pibas,
invariablemente, portaban dos apellidos, eran de zona norte, luego, morirían.
Los secuestros extorsivos, de Jorge Born para abajo, generaron una fuente
inagotable de recursos, caprichos y atrocidades.
Personajes tan impolutos e
insospechados como el actual ministro de la Corte, Eugenio Zaffaroni, Juez de la
Cámara del Crimen durante la Dictadura, han recibido los beneficios de aquélla
delincuencia.
Montoneros se caracterizó, sobre todo, por hacerse cargo de espectaculares
operaciones que no habían sido ejecutadas por sus fuerzas, caso Aramburu y José
Ignacio Rucci, los más paradigmáticos, así como por no reconocer ejecuciones
propias, algunas abominables, caso Padre Carlos Mugica.
Sí, lo corregimos, el
Padre Mugica es asesinado dos semanas más tarde de condenar públicamente la
lucha armada, ya estaba afuera. Mugica sabía que Montoneros iba a ejecutarlo,
así lo había avisado.
Le seguiría la entrega de Rodolfo Walsh a un Grupo de Tareas de la Marina,
luego de pronunciarse públicamente contra la conducción, por militarista.
Cirilo
Perdía le había respondido también públicamente entonces, que quien no estuviera
de acuerdo con la conducción, tenia la puerta abierta, claro, con una banda de
militares fuertemente armados esperándolo.
Walsh se enfrenta entonces a una
unidad de la Marina armado tan sólo con un revólver calibre 22, por eso dice el
Tigre Acosta que se suicida. La muerte de su hija, meses antes, también
entregada en una encerrona, había terminado de devastarlo.
Sin dudas, el caso más notable en su larga lista de traiciones y delaciones,
es el que deriva en la muerte de Mario Santucho, comandante del ERP, muerto en
un enfrentamiento con una unidad del Ejército al mando del Capitán de Ingenieros
Juan Carlos Leonetti. Al día siguiente, ERP y Montoneros se fundirían en una
nueva organización, la OLA, Organización para la Liberación de la Argentina.
Sólo tres elementos de la conducción del ERP y Mario Firmenich sabían del
domicilio de Roby Santucho en un monoblock de Villa Martelli, Enrique Gorriarán
Merlo, desplazado de la conducción del ERP por militarista, era uno de ellos. Ya
en Democracia, Gorriarán Merlo conducirá otro desastre guerrillero, el último,
el ataque al Regimiento de Infantería Mecanizada de La Tablada, el 23 de enero
de 1989.
Durante el ataque, la recuperación del Regimiento demoró casi una jornada y
fue altamente mediático, filmado por Crónica TV en vivo día y noche, el Comando
en Jefe del Ejército, difundiría un comunicado, avisando que las fuerzas armadas
legales tenían una sola hipótesis de combate, la subversión, poniendo blanco
sobre negro la controversia surgida luego de Malvinas, conforme la cual, la
oficialidad ex combatiente pretendía incluir a Gran Bretaña como un elemento más
a tener en cuenta, a saber, el auténtico enemigo histórico de la Argentina.
Como
siempre, la guerrilla guevarista, primero, era derrota, acarreando la muerte,
tortura, cárcel, de la propia tropa, segundo, funcionalmente era un comodín el
Imperio, tercero, sus cabecillas eran salvos y se fugaban, amparados por los
servicios de inteligencia propios y foráneos.
VI
Quiero detenerme unos párrafos en los hermanos Schoklender. Se lo merecen.
En
todo sentido. Su padre, Mauricio, fue un traficante de armas al servicio de una
empresa de bandera alemana, con nombre americano, Pittsburgh, fachada
encubridora de un negocio de la burocracia militar israelí, la cual se encargó
de abastecer de armamentos a la Junta Militar durante todos esos años, como a
otras dictaduras militares o regímenes sometidos a embargos, caso Sudáfrica,
negocio de miles de millones de dólares.
Sí, es cierto, nunca la Argentina
estuvo mejor armada.
Es un mito el rebuznar con que los soldaditos estaban mal
armados en Malvinas, jamás de los jamases, dicho por propios y ajenos, estos
últimos, oficiales de la Corona Británica, ex combatientes, que reconocieron
tanto la capacidad de combate de las tropas argentinas como la calidad del
equipo, para el caso, los fusiles FAL de fabricaciones militares, que
funcionaban en las Islas mejor que los originales belgas de las fuerzas
colonialistas.
Argentina no tenía el armamento de un país miembro de la OTAN, poseedor de la
tercera fuerza militar del planeta, entonces, pero lo suficiente como para darle
seria batalla, poseía misiles tierra-aire Rolland, idénticos a los del ejército
suizo, los diez Excocet franceses provistos a la aviación naval, hasta el
embargo, hundieron nada menos que siete buques invasores, incluido su buque
insignia.
La derrota de Malvinas es consecuencia de la defección del Gral.
Menéndez, está bastante estudiado el punto. Defección o traición, vaya uno a
saber.
En un país serio, ambas acarrean un pelotón de fusilamiento.
Pero volvamos a los Schoklender, sobre todo porque el próximo 30 de mayo, 30º
aniversario de una hazaña de la aviación militar en Malvinas, a cargo de una
escuadrilla de Super Etendard de la aviación naval y A4B de la Fuerza Aérea
Argentina, los cuales dañan seriamente, hasta provocar su posterior hundimiento,
al buque insignia de la Task Force invasora, el portaaviones “Invencible”, con
el último misil Exocet del arsenal de las fuerzas patriotas, hoy en el fondo del
mar, en la cuenca de Malvinas, a 700 metros de profundidad, hito denunciado por
un mapa de prospectiva petrolera declarado por la autoridad civil de las Islas,
en donde se avisa del riesgo para las futuras exploraciones y extracciones.
Sigo, el próximo 30 de mayo, Sergio Schoklender ampliará su declaración ante el
anonadado Juez Norberto Oyarbide, en la causa por fraude al Estado de la
Fundación Madres de Plaza de Mayo.
Arturo Pérez Reverte podría contar alguna vez
esta historia, él, que dice haber sido corresponsal de guerra en las Islas, vaya
a saber uno cómo.
Digo, el ataque de la aviación de guerra argentina y el
hundimiento del HMS Invencible.
Y digo los Schoklender, nunca un dúo ha sido más desparejo, porque en Sergio
se sintetizan cuatro décadas de horror, mentira, engaño, manipulación, ambición
de poder y avaricia, en gran forma, trágicamente, en el sentido más griego del
término, de nuestra más reciente y paupérrima historia argentina, toda ella tapa
de Crónica con letras de molde, fondo negro, caracteres rojos.
Pero por sobre
todo, de impostura, sobreactuación, el ser trágicamente famosos, luego ricos, a
costa de hechos no cometidos, asumidos como propios, por conveniencia política,
también, por ser un eminente psicópata.
El tic, los tics, de Sergio Schoklender
son tan sintomáticos, que llega a pergeñar una organización armada ad hoc, -en
su libro póstumo, “Sueños postergados”, confiesa como en los 90 recaudaban para
financiar a las Madres a punta de pistola, “guerrilla” que consuma una serie de
atentados durante el gobierno de Néstor Kirchner, varios con bombas de
construcción casera, describe en detalle cómo en la Fundación había un depósito
de armas y explosivos-,
Hebe de Bonafini estaba al tanto.
No, no hay ningún
Fiscal Federal dispuesto a abrir una causa sobre el punto, según Schoklender, ha
prescrito (sic).
La foto por todos conocida, del apoderado de las Madres disfrazado de Obispo
Rojo, junto con Hebe Pastor de Bonafini, disfrazada de Bruja, festejando vaya a
saber qué
¿ Halloween?, en un salón de fiestas de la Fundación, es como el
summum de este aquelarre.
A mi, de todas formas, esa foto no deja de
provocarme cierta ternura, ahí se los ve humanos, incluso creíbles.
Porque
Montoneros fueron los hijos de Hebe, supuestamente secuestrados y asesinados por
la Dictadura en el año 1977.
Digo supuestamente, porque en el listado
actualizado de la CONADEP de la fecha,
8308 8215 0 Bonafini Raúl
Alfredo, tan sólo figura éste último.
Quien quiera puede corroborarlo por sí
mismo.
Y hasta hace no pocos años, figuraban sus dos hijos; el mayor, Jorge
Omar, denunciado como desaparecido el 6 de febrero de 1977, ya no se encuentra
en ese sitio, que se actualiza permanentemente.
Quizás este fraude supere todo
lo imaginado.
Pero no quiero irme de tema, de Sergio, quien a mi entender, es víctima de
demasiada injusticia, sí, como a casi todos me caen bien las causas perdidas.
Los Schoklender jamás asesinaron a sus padres, por lo pronto.
Mauricio
Schoklender era un traficante de armas, corrupto, envilecido, homosexual, casado
con una mujer decadente, viciosa, cocainómana, ninfómana, incestuosa, con la
pésima costumbre de quedarse con dineros que no le correspondían, de una y otra
parte, o sea, de los vendedores de armas, de Pittsburgh, de la Marina, su
principal cliente, de Massera. Demasiada gente quería asesinar a Mauricio.
Claro, también sus hijos.
Y como en todo mito trágico que se precie, los chivos
expiatorios son estos dos pipiolos, que para peor, están convencidos que la
mejor idea del mundo, es escapar, qué otra cosa se le podría ocurrir a un
adolescente judío en plena dictadura, conocedores de los negocios de su padre,
de sus vínculos con la Marina.
Luego, sus vidas son una verdadera desgracia, mientras que el conocimiento
salva a uno, en Villa Devoto, hasta que aparece una docente garantista,
discípula de Righi y Zaffaroni, Cristina Camaño, declarada marxista-guevarista,
tiene la foto de Fidel en su despacho, fiscal en la causa del asesinato de
Mariano Ferreyra hasta que es aparatada de la misma, Nilda Garré se la lleva
como su mano derecha al Ministerio de Seguridad, la cual lo presenta a Hebe de
Bonafini, dando inicio a uno de los romances más extraños e intensos de los
últimos 25 años.
El otro, el segundón, prófugo, siempre torpe y mediocre, se
escondería en Bolivia hasta caer preso.
Y en el caso de la malversación de fondos del Estado, les corresponde el san
benito de la corrupción, junto a una larga lista de funcionarios, empezando por
Julio de Vido, para terminar con Hebe de Bonafini, la principal responsable.
El
punto es que esta causa, es el nudo gordiano del mito montonero.
De cuatro
décadas de fraudes, manipulaciones, conspiraciones, entregas, extorsiones,
robos, secuestros, homicidios, torturas.
Pero antes que nada, de simulaciones,
en donde bandas juveniles son usadas por un poder siempre en penumbras, sea la
Logia Propaganda Due, la CIA, el M 16 británico, el Mossad, para acorralar,
debilitar, avasallar y esquilmar a un pueblo manso y apático, demasiado
distante, alienado, carente, pueblo heredero de una tradición tan rica como sus
tierras, cordilleras, mares, profundidades.
Para apurar un plan lo demasiado
siniestro como puede significar pretender apropiarse de la Argentina, sus
tesoros, su territorio y libertades, antes un pueblo atónito y una clase
política corrupta e inoperante, plan, que, como en casi todos estos casos, está
plagado de errores y puntos flacos.
Porque como es habitual, se confunden fines
y medios, y, el vil metal, cobra por lo general un protagonismo innecesario y
confunde. Ahí la tragedia se transforma en bufa, cosa que todos esperamos
bastante.
VII
Voy a terminar esta triste historia en varios movimientos, hablando de un
socio vitalicio omnipresente en este mito infame, Horacio Verbitsky, (a) “El
Perro”. Hombre de la Inteligencia de Montoneros, protegido por la Fuerza Aérea,
financiado por la CIA, publicista de la dictadura populista peruana de Velazco
Alvarado, para entonces, el hombre de la M en Lima, encargado de triangular el
envío de fondos a La Habana, en tiempos en que es secuestrado por un grupo de
tareas del ejército peruano Alberto Maguid, refugiado político, hombre acusado
por la dictadura de Onganía de haber participado en el secuestro y asesinato de
Aramburu, defendido, entonces, por los comandos civiles gorilas.
Horacio Verbitsky, ¿hombre de la M-2.2 o del M-16?, ¿doble o triple agente?
Lo dejamos para el final, porque lejos, es el más inteligente, culto, cruel y
refinado de todos. El jefe de Nilda Garré, hoy día, a él se reporta, es más, la
secretaria de DDHH del ministerio de Seguridad, la británica Nat Federman, es un
alfil del CELS, agente de su íntima confianza. Hombre que en esta debacle que se
avecina, sin duda que va a comenzar a laborar su salvoconducto, que no va a ser
otro que entregar a Hebe Pastor de Bonafini, con quien lo une un odio acendrado,
memorial, desde hace un cuarto de siglo, bastante tiempo.
No otra es la explicación del fallido de la bomba de estruendo dejada en el
cine Gran Rex, denunciada por Norberto Oyarbide como un arma de destrucción
masiva, mamarracho instrumentado para tapar un bochorno de protesta ante los
Tribunales, encabezado por el PRO y veinte personas, otro ante el Cabildo,
impulsado por Binner y quince personas, hechos que de todas formas hablan de una
protesta hoy incipiente, mañana, con el dólar a 678 pesos y Moyano sacando los
camiones a la calle, tal vez, insospechada.
Hace algo más de cuatro años inicié la modesta aventura intelectual de este
blog con una nota titulada Blas García, casi tan extensa como esta, dedicada,
justamente, al camionero asesinado por HV, quien era el jefe de la célula
afectada a atentar contra la vida de Jorge Rafael Videla, 18 de marzo de 1976,
en el Comando en Jefe del Ejército, fallido utilizando una bomba que deflagraría
antes de tiempo, producto del nerviosismo del doble agente, provocándole heridas
de muerte a un camionero que pasaba en el radio de la onda expansiva, sin
sacarle siquiera la gorra al inventor de los desaparecidos;
¿trabajaba entonces
HV (a) “Capitán Salazar”, para los militares?,
reportándose directamente a la
CIA, es probable, siempre ha llamado la atención, primero, su reticencia a
jactarse de las operaciones en que ha participado, él sólo fue un hombre de
prensa, segundo, la comodidad para dejar la Organización, según él en 1978, con
tanta libertad como se toma un impermeable de un perchero y se sale sin
paraguas, debajo de un torrencial aguacero, así de fácil.
Años más tarde, este hombre sería el sumo sacerdote de una secta dedicada a
expoliar al Estado, el CELS, siempre con cifra de cientos de miles de dólares, a
propósito de juicios y reclamos de familiares de terroristas que ofrendaron sus
vidas por una causa con cero pretensión crematística.
Cómo él, ex guerrilleros,
combatientes, que nunca habían sido responsable de nada.
El camarista que había
avalado la represión militar desde su juzgado de sentencia, Raúl Zaffaroni,
pareja de Jacobo Isaac Grosman, secuestrador y extorsionador contratado por
Montoneros, se encargaría de ponerle letra a esta doctrina, destruyendo una
tradición de dos mil quinientos años de Derecho occidental, imponiendo una
doctrina fuertemente inspirada en el Talmud, casualmente, en donde se invierten
los valores a tal punto, que el criminal, el delincuente, no es castigado, sí,
la víctima, doblemente.
La matriz de la industria del Holocausto, descrita con detalles por el
politólogo de New York Norman Finkelstein, se reproducía en escala liliputiense,
o sea, argentina, dedicada también a descifrar quiénes eran los justos y quiénes
los pecadores, la persecución de éstos, de los últimos 40 años de historia
argentina.
La figura de la victimización tomaba así caracteres de épica triste.
Jamás había existido un Ejército Montonero decidido a tomar el poder por las
armas, atacando objetivos civiles y militares en Democracia, no, esto era una
falacia.
Tan sólo jóvenes idealistas de boina y polera negra, como la
resistencia maqui, claro, fumadores de buen tabaco francés, soportando la
barbarie fascista entre mate y mate.
Curiosamente, esta historia de guerrillas, de guerra revolucionaria, que
había comenzado en América 50 años antes, bajo la invocación del cristianismo
revolucionario y la protección de San Ernesto de la Higuera, terminaba siendo un
movimiento de perfil judaico.
La clave de esta paradoja, es que al neutralizar
la lucha de entonces, al convertirla en inexistente, al victimizarlos y darle al
movimiento de los DDHH una entidad política superior, para luego convertirlo en
un negociado, lo que conjuran tanto Hebe de Bonafini como Verbitsky y Néstor
Kirchner, el financista, es la verdad histórica de la causas de tal guerra,
porque está más que claro que aquéllos jóvenes no habían luchado por este
modelo, no jamás, este gobierno de hace 9 años que paga a pie juntillas una
deuda externa fraudulenta, hace fraude para ganar elecciones, propicia la
megaminería contaminante y saqueadora, es socio y aliado del Estado sionista de
Israel, se ampara en el monocultivo de soja, perdura por una base social de
millones de desocupados, entrega el petróleo junto con YPF a petroleras
anglosajonas, tolera los negociados y la corrupción emergente de las
privatizaciones de los 90, niega las verdaderas causas de la guerra de Malvinas,
cual es un plan de la Corona Británica para apropiarse del petróleo subyacente
en sus cuencas subterráneas, tolerando el bastardeo de la última gran batalla
contra el colonialismo, siendo cómplice silencioso de los Acuerdos de Paz de
Madrid del año 1991, un año antes de que Néstor Kirchner propiciara la venta de
YPF a Repsol por 674 millones de dólares, los cuales nos dan categoría de país
miembro del Commonwealth, de colonia británica.
Aquellos revolucionarios proponían la socialización de los medios de
producción, la nacionalización de la banca y el comercio exterior.
Lo digo con
todas las letras, Mariano Pujadas, hombre que le iba a disputar a Firmenich la
conducción, casualmente, “Mártir de Trelew”, otra entrega, por decir uno, a
Néstor Kirchner lo hubiera puesto un plomo de 9 mm entre los ojos.
Para aquéllos
jóvenes revolucionarios, este gobierno también sería catalogado como oligárquico
y tiránico y propondrían su derrocamiento por la lucha armada.
Hebe de Bonafini
porque es una impostora, agente de la URSS, adscrita a La Habana, cumpliendo con
un servicio para con la Dictadura militar, por ende una intocable, luego de la
desaparición forzosa de la fundadora de las Madres, madre de combatientes de las
FAP, Azucena Villaflor, la Dictadura, entonces, era la principal proveedora de
trigo de los soviéticos, nada menos, sin hijos desaparecidos, como se terminará
revelando; Horacio Verbitsky, porque es un doble agente de toda la vida, con un
odio visceral por el peronismo, quien conoce perfectamente la historia de
Bonafini, la cual lo desprecia y lo trata de judío sionista y agente de la CIA
en público; el hijo de su jefe, el otro doble agente, Mario Firmenich, dirige la
filial de La Cámpora en Madrid; Néstor Kirchner, porque es un farsante,
enriquecido durante la Dictadura y después, como nunca nadie, sobreactuando de
“revolucionario”, luego de haber entregado a conocidos y allegados a la
represión en Río Gallegos.
Los tres, eso sí, trabajan para Gran Bretaña,
debilitando la República, sus instituciones democráticas, su convivencia, la paz
social, hasta dejarle exangüe, lista para el matadero.
El final ya lo sabemos, como todo plan de Montoneros, está destinado al
fracaso, está en el aire.
Esta vez, el poder participativo y revolucionario que
se les imponga, deberá de ser sumamente cuidadoso, pragmático, democrático,
republicano, actuará con el Código Penal sin atenuantes para hacer que paguen
por sus crímenes, todos, en las mejores cárceles posibles, y nos devuelvan hasta
el último peso que se han robado.
Esto es lo serio y eficaz, lo demás, es copia,
incluso la peor, de ellos mismos.