miércoles, 30 de mayo de 2012


43 AÑOS DESPUÉS
CORDOBAZO


Los 29 de mayo de cada año la izquierda vernácula recuerda al cordobazo como una mayúscula epopeya popular, lo cual contiene una mentira y una traición.

El 29 de mayo de 1969 algunos obreros metalúrgicos se movilizaron al centro de la ciudad de Córdoba, uno de los polos industriales del país, por ciertos reclamos justos, aunque, sin que mediaran argumentos suficientes, aparecieron las armas y con ellas los montoneros. 

Ante esta situación, que muchos ocultan, los obreros se retiraron callados.

El brutal ataque a la sociedad y a la propiedad locales mantuvo en vilo a los cordobeses, ya que en cada techo y en cada terraza había francotiradores que disparaban a la menor incitación.

En aquellos momentos timoneaba el país el general Juan Carlos Onganía, presidente de facto que había destituido a Arturo Illia, ante su inoperancia y su incapacidad evidentes para manejar los destinos de la Nación. 

Por su parte, el general Alejandro Agustín Lanusse, que cultivaba su propio proyecto político, vislumbraba la oportunidad para, a su vez, derrocar a Onganía.

Y ese instante llegó. 

Lanusse, que era el comandante del tercer cuerpo de ejército, amenazó con bajar las tropas al centro de la ciudad mediterránea, hecho que se produjo cuando la barbarie ya estaba consumada.

Cuenta la historia que, al renunciar, Onganía, les dio la mano a los otros comandantes, pero, de pie ante Lanusse le espetó: 

"a usted, no. 

 Usted es un traidor".

Es curioso que los gobiernos militares en este país cayeron como consecuencia de la ambición personal de otros militares, sus propios pares, que soñaban con alcanzar el sillón de Rivadavia, entre ellos Lanusse y Galtieri.

El cordobazo no fue otra cosa que el ensayo general de la guerrilla, que luego se desparramaría durante los años setenta por todo el territorio nacional con los horrores por todos conocidos.


EL MITO DE LOS MONTONEROS Y LOS PROFETAS DEL ODIO





I.
Es un lugar común hablar de Montoneros como si hubieran sido una gran cosa, una organización temible, capaz de tomar el poder por las armas, algo parecido, instaurar el socialismo. 


Montoneros fue una gran cosa desde la excusa que procuró para que los militares argentinos fueran usados por el Imperialismo, Gran Bretaña y EEUU, a fin de asaltar la Democracia, asolar la República y proponer la destrucción de su capacidad industrial, pero por sobre todo, de YPF, la empresa de bandera del petróleo, una de las empresas petroleras de Estado más importante del mundo, entonces, en la mira de la Standard Oil y la British Petroleum desde su fundación en 1922, junto con las riquezas petrolíferas argentinas, desde antes. 


Claro, todo esto potenciado por diez o más, a partir de las prospectivas sobre la riqueza petrolera de la cuenca de Malvinas, estimadas en diez veces las del Mar del Norte, justamente de 1976, año del golpe.


Montoneros fue luego una gran cosa, cuando un agente del M-16, pseudo historiador, Richard Gillespie, los pone por sobre el IRA, Ejército Republicano Irlandés, en guerra irregular con Inglaterra de 1916 a 2005, nada menos; no está de más recordar que Gillespie escribió un solo libro “Montoneros, soldados de Perón” (1987), nunca más tuvo que tomarse el trabajo de investigar y publicar nada, se fue a tomar sol al mediterráneo, su nuevo destino. 


Hoy día dirige una publicación online y cobra su sueldo de la “Universidad de Liverpool”, sin preocuparse demasiado por sus extravagantes investigaciones sobre la guerrilla en un país perdido en el hemisferio austral. 


La cuestión del mediterráneo lo preocupa de tal forma, que incluso ve a Barcelona como una ciudad prometedora; ignoro si tomará café con Mario Eduardo Firmenich en la rambla del principal puerto de Catalunya, para estos días profesor de economía y empresa en la Universitat Rovira i Virgili, en Reus, ahí, cerca.


Fue, por último, una gran cosa, cuando Néstor Kirchner es elegido por Eduardo Duhalde para salvar el sistema representativo, el santacruceño un mes antes de los incidentes de Avellaneda, junio de 2002, fusilamientos de Santillán y Kostecki, había reventado a cadenazos y golpes de manopla el movimiento de protesta asambleario en Río Gallegos, sin que se supiera una letra de tal barbarie en la Capital, 2500 kilómetros al norte, sobre todo por obra y gracia de su agente de prensa en Buenos Aires, entonces, Miguel Bonasso, hombre de la dirigencia de Montoneros, agradecido a Richard Gillespie por haberle revelado el sentido oculto de su lucha, como la de miles de desaparecidos. Kirchner es elegido por Duhalde porque para ese entonces ya integraba ese pequeño club oligárquico de políticos multimillonarios. 


La venta de YPF, diez años antes, le había procurado para entonces una fortuna que superaba los 1000 millones de dólares, la megaminería, otro tanto, asiento contable que lo convertiría en poco tiempo en el político más rico de la historia argentina, uno de los hombres más ricos del país, con ínfulas de más para pretender quedarse con todo.


Lo más cerca que había estado Néstor Kirchner en los 70 de la organización armada, es una acción que protagoniza en Río Gallegos, en el año 1975, cuando irrumpe en una entrega de juguetes en una villa por parte de elementos de la Juventud Peronista y la Juventud Radical Revolucionaria, al grito de “montoneros carajo”, tirando los juguetes por el aire, hacia los niños que hacían una ordenada fila, provocando su desbande, esa noche, elementos de la organización montoneros de la zona, especularon con ejecutarlo, ya que le veían el perfil de un infiltrado; lamentablemente, no andaban tan errados, pero, como eran una organización armada vertical, poco seria, en donde todo en definitiva podía decidirse con una perinola, no lo hicieron, vaya que se arrepentirían, años más tarde, Néstor Kirchner colaboraría con el jefe militar de la zona, el Cnel. Oscar Guerrero, represor de monta, en la delación de sus antiguos conocidos, al tiempo que comenzaba a hacerse rico.


Lo cierto es que Montoneros fue desde su creación un gran cambalache, un fraude, una surrealista aventura de niños bien venidos a menos y lúmpens de todo pelaje, convencidos que la distancia entre la quimera de la guerra revolucionaria propuesta por Guevara de la Serna en la Tricontinental de La Habana en enero de 1966 y la Armada Brancaleone, la fenomenal película de Mario Monicelli, era corta. 


En estas páginas, que no serán pocas, vamos a demostrarlo. 


Sobre todo porque en estos días de debacle y confusión general, en donde el aire se ha vuelto irrespirable y está saturándose de violencia, con amenazas de bombas de humo y tráficos de armas improbables, los herederos del mítico relato ocupan la administración pública y digitan los destinos de esta Argentina que parece que va a terminar encallando en medio de la niebla en cualquier parte. 


Nuestro afán, es que sea en un lugar pacífico, si no es mucho pedir, lo menos desgarrador posible.


Muchos, convencidos del relato del terrorismo de Estado, indudable, soportan aún el duelo por los derechos humanos como si no hubiera nada digno de mejor causa, otros, en la vereda de enfrente, tienden a colocar a los ex guerrilleros en el umbral de lo siniestro, como si fueran émulos de los Khmer Rouge, discípulos de Pol Pot, cuando lo patético es que eran en su gran masa, una banda de papanatas impresentables. 


Y hoy día lo siguen siendo. 


Eso sí, ayer y hoy, una horda de tránsfugas irrecuperables, unos sicópatas jodidos, unos soberbios convencidos que quienes no estuvieron o están con ellos, son algo menos que una población de vermes.


Siempre ayuda a pensar: hagamos un poco de historia, algo de geografía. Empezaremos por Viet Nam, país de grandes tradiciones y una rica gastronomía, situado en el golfo de Tonkin, en el sudeste asiático, nueve veces más chico que nuestra tierra, poblado por noventa y un millones, como dice que canciller Timerman, hoy día una de las economías más pujantes de la región, mientras pretende instalar La Salada en Luanda. 


Limita al norte con China, al oeste con Laos y al sur con Camboya. En el siglo XX, un general de sus fuerzas armadas regulares, Vo Guyen Giap, derrotó a lo largo de medio siglo, a los ejércitos coloniales de Francia, (Dienh Bien Fhu, 1954), EEUU (Saigón, 1975), China (Lang Son 1979).


Luego de que Giap derrocara la tiranía sangrienta de Pol Tot en Camboya en 1978, cosa que había hecho en 20 días, al año siguiente, China invade Viet Nam con un ejército de 200.000 hombres, se retira luego de sufrir 20.000 bajas y 65.000 desaparecidos. 


Giap sirvió al Ejército de Vietnam de 1926 a 1981. Hoy día, vive, tiene más de 100 años, milita en contra de la megaminería contaminante, sí es un grande, sus tácticas y estrategias son estudiadas en las academias militares importantes, junto con las de Alejandro de Macedonia, Aníbal de Cartago, Julio Cesar, Suleyman el Magnífico, Bonaparte, San Martín, Rommel.


Ernesto Guevara de la Serna, un médico argentino enfermo de asma, nacido en Rosario y convertido en comandante revolucionario en La Habana, lanza en 1966 una frase que lo haría tristemente célebre, combatir al Imperialismo con los armas, mediante la guerra de guerrillas, hasta derrotarlo, creando cuantos “Vietnam” fueran necesarios; nunca recomendó la necesidad de contar con uno, dos, tres, Generales como Giap, no, le pareció superfluo. 


Era un rotundo improvisado el argentino, todo lo solucionaba con su pinta y con un paredón, en el peor de los casos, por lo pronto, nunca se había tomado el trabajo de estudiar a Marx y a Lenin, lo aburría.


No lo culpo, a mi también me aburren de fenomenal manera. Por eso, entre otras cosas, nunca me declaré marxista. 


Es verdad, una vez un amigo economista, a los postres de un ceviche de salmón rosado de antología, un salmón entero, éramos unos cuantos, todos invariablemente ebrios, explicó la teoría de la plusvalía de forma magistral, tan en así que la he olvidado, sé que es una maravilla de la ciencia económica, absolutamente cierta. Coincido con Engels, no era necesario escribir un libro de 500 páginas para demostrar que los patrones roban. 


En Argentina el ladrón más fenomenal que existe es el Estado, con cantidad de impuestos y gravámenes confiscatorios, recesivos, desalentadores. El IVA es un invento escandaloso de un delincuente económico, nadie a la fecha amaga con eliminarlo. No, la idea no es hablar de economía, para nada.


Guevara había inventado la guerra revolucionaria, una gigantesca épica de crealina y cartón piedra, no estudiada hoy día en otra parte que no sea la cátedra de Insurgencia y Marxismo de la Universidad de las Madres, en la Plaza de los Dos Congresos, en la ciudad de Buenos Aires, taller cultural, teórico, no se exige presentismo, al que se accede luego de tomarse un café en la amplia vereda, en un bar bautizado justamente “El revolucionario”, en homenaje al médico rosarino.


Miles de jóvenes ilusos y valientes murieron de fines de los 60 a mediados de los 80 en toda Amerindia, miles, convencidos que con su muerte se iba a construir el socialismo, cuando en realidad su pelea fue la excusa perfecta para que dictaduras sangrientas conculcaran libertades civiles y derechos laborales, abriéndole las puertas a empresas multinacionales para un saqueo indiscriminado, endeudando a sus pueblos con deudas fraudulentas.


Toda una épica se cantó, se escribió, se filmó, se dramatizó, toda ella con dudoso arte, pero por sobre todo con una falta de honestidad intelectual notable. 


Medio siglo antes, Lenin se había tomado el trabajo de tipificar el síntoma de la patología padecida por el médico rosarino, se la rotuló como “izquierdismo”, su terapia más efectiva era cuando menos la muerte política, de persistir, el ostracismo. Fidel sí había leído a Lenin.


Su loca aventura militar, en donde suma fracaso tras fracaso hasta su muerte, es bastante explícita, así y todo, se han hecho y se harán cantidad de filmes sobre su vida, documentales o ficcionales, el Che ha tenido una virtud indudable, era terriblemente fotogénico, es cierto, también era joven, honesto, valiente, de clase alta, le alcanzaba para descollar ante un John Kennedy, incluso, Cuba aún prometía; lo fundamental, cosa poco y nada comentada, era una molestia insoportable para Fidel Castro Ruz, quien ya había tenido que deshacerse de Camilo Cienfuegos de la peor forma.


No, con Guevara no era tan simple, lanzarlo por el mundo a inventar guerra de guerrillas era un fenomenal subterfugio para perpetuarse en el poder sin incordios, para intentar gobernar Cuba de la forma que fuere, cuando menos. 


Pero por sobre todas las cosas, Guevara portó el mito cual un semidiós olímpico por esas cosas del cristianismo, luego de ser entregado por la dirigencia del Partido Comunista boliviano, cumpliendo instrucciones impartidas por Moscú, los ranger bolivianos, cumpliendo órdenes expresas de la CIA, lo fusilaron a la edad del Cristo. 


Sí, tal era el plan urdido por Washington y suscrito por Moscú, Guevara era mucho más valioso muerto que vivo, en eso, una vez más, el médico asmático de Rosario, se había equivocado.


Vamos a recordar una página de su épica, en la antípodas de Giap, porque se ha vuelto más actual que nunca, su campaña de liberación en el Congo, año 1965, relatada como una magistral partida de ajedrez por Gabriel García Márquez, nunca le han faltado relatores a estos combatientes, con el curioso título de Operación Carlota, habla de la presencia de tropas cubanas en África de 1966 a 1991, nada menos, hay más de 10.000 combatientes cubanos descansando para siempre en la tierra de los rinocerontes. 


Sí, ya se adivina, el logro de semejante hazaña, es la instauración de una dictadura marxista petrolera en Angola, que ha condenado a la miseria al 40% de su población, aún sin agua corriente, con un estado de terror y censura que soporta una oligarquía socialista dueña de todo, con fatalidad y resignación.


Ahí viajó CEW la semana pasada, para sacudir las caderas y venderle espejitos de colores a un empresariado de clase media paupérrima que ni pudo adquirir una cosechadora. 


La exitosa Operación Carlota relatada por el caribeño Nobel de literatura amigo de Tirofijo, tiene su mayor mérito en haber puesto en el poder a José Eduardo dos Santos, líder de Movimiento Popular para la Liberación de Angola, MPLA, quien gobierna casi sin oposición, con el control absoluto de los medios, desde 1975. 


Angola pasó de ser una colonia portuguesa a estar bajo el taco de un ingeniero petroquímico graduado en Baku, formado en la vieja URSS, padre de una hija, Isabel de los Santos, que es la única empresaria de un país rico en diamantes y petróleo, poblado de gente descalza y pobre. 


Sí claro, Cristina se acordó de Guevara, mientras Guillermo Moreno le recordaba que también habían llevado una cabra clonada y una vaca lechera campeona, para regalar al pueblo angoleño, pueblo condenado a comer hasta huevos importados, de Holanda, ni una gallina puede poseer un pobre de Luanda, ni hablar de provincias más pobres.


Así y todo, la inutilidad de la guerra revolucionaria instaurada por Guevara de la Serna sirvió para que el Imperio durmiera sin frazada, si ése iba a ser el enemigo, daba gusto, era cuestión de seguir oprimiendo y asolando pueblos, apropiándose de sus recursos naturales, una y otra vez las huestes guevaristas le seguirían dando la razón práctica para asolar democracias de pacotilla, al precio vil de los petrodólares. 


Curiosamente, la fama de Guevara superó a la de Giap con creces; nadie se pasea en ninguna capital del mundo con una vistosa remera impresa con el perfil de Giap, no da para que en el verano las chicas se cubran apenas con musculosas sin sostén, con sus sonrientes pezones detrás de la mirada lúcida del genial estratega, nadie se hace un tatuaje en el hombro con su perfil de tres cuartos, no se ha filmado una miniserie o una largometraje sobre su vida, ni siquiera en Viet Nam, nadie le canta loas.


No, no tiene la pinta del médico asmático argentino, nunca pretendió exportar su lucha revolucionaria ni mucho menos, él, junto con Ho Chi Ming, el líder político vietnamita, compañero y amigo de luchas de toda la vida, podía escribir una y mil veces, primero Ha Noi, segundo Ha Noi, tercero Ha Noi; es tan exitoso que ni la muerte ha logrado convencerlo, pasado un largo siglo, de la conveniencia de su compañía. 


Ningún tendero del Once, de más está decir, tendría la idea genial de pretender imprimir remeras con el perfil de austero militar asiático, que le había provocado a los norteamericanos más de 58.000 muertes, 150.000 heridos, 500.000 alienados, drogadictos, alcohólicos, para después vendérsela a su primo de Brooklyn.


II
El mito de Montoneros nace en mayo de 1970, cuando un puñado de jóvenes que no tenían más de 25 años, anuncia haber secuestrado y fusilado al Tte. Gral. Pedro Eugenio Aramburu, líder gorila, responsable del golpe militar que derrocara a Juan Perón en 1955. 


En menos de tres meses, todos los integrantes del comando son asesinados en distintos operativos, menos Firmenich y Arrostito, está última, novia de Fernando Abal Medina, diez años mayor que él, ex comunista, con vínculos con La Habana, en donde estos adolescentes habían recibido instrucción militar, supuestamente. 


Este es el mito fundacional de Montoneros.


Hay documentación en demasía, cito entre otros los libros de autores tan dispares como Alberto Lapolla, marxista, “Kronos, el cielo por asalto”, Próspero Germán Fernández Albariño, “Z Argentina, el crimen del siglo”, comando gorila, o “Montoneros, soldados de Massera”, del abogado e investigador Carlos Manfroni, políticamente incorrecto. 


Hay muchos más autores que lo refieren, caso Fermín Chávez, capítulo de la voluminosa Historia Argentina dirigida por José María Rosa, en donde se pone de manifiesto documentalmente, cómo este grupo juvenil fue parte de una conspiración urdida en una oficina de Inteligencia del Ejército, manipulados y entregados por un joven informante de esa fuerza, Mario Eduardo Firmenich, procedimiento similar que utilizaría la división Gladio de la CIA en Italia, al crear las Brigadas Rojas y terminar asesinando al Premier Aldo Moro.


En este punto es interesante la línea investigativa que propone Manfroni, en “Montoneros, soldados de Massera”, P2-Massera-Montoneros, ese año, el del Mundial 78, eran asesinados Aldo Moro y Albino Lucchiani, Patriarca de Roma, Juan Pablo I. La CIA, la mafia, la masonería, habían infiltrado la Iglesia Católica. 


Tal el precio de un Concilio Vaticano, el IIº, que se había permitido interpretar el mensaje de Xto, conforme el siglo XX, hacer alta teología, para condenar una vez más el capitalismo, herejía protestante aberrante, esto en plena guerra fría, proponiendo en Europa el diálogo de los curas obreros con la dirigencia sindical comunista, seamos tajantes con el punto, nunca la lucha armada; ya el personaje de ficción de Don Camilo, lo hacía en novelas populares y en varios largometrajes de consumo masivo. 


Era la realidad de Italia, con el Partido Comunista más numeroso y organizado de Europa.


Esta realidad insoslayable, iba en contra de lo pactado en Yalta. 


Si Roma debía caer en tal maroma, caería. Incluso al precio de un magnicidio -Aldo Moro proponía nada menos que compartir el poder, él como líder de la Democracia Cristiana, con el Partido Comunista-, el del Papa, y la tentativa de otro (Juan Pablo II, 1981). 


El mensaje sería contundente, más que asimilado. 


Un terco y poco formado obispo polaco se dedicaría a demoler al comunismo, incluso al costo de dejar vacía la Iglesia de forma y sustancia en veinte años. 


A la pasada, reconocería un estado racista y genocida, el de Israel, avalando un relato, el Holocausto, inventado para ocultar, negar, tergiversar, obviar, ningunear, la muerte de 100 millones de soldados y civiles cristianos durante la IIº Guerra, víctimas de tres regímenes anticristianos, el nazismo, el comunismo, el capitalismo, cada cual a su modo, deterministas, materialistas, panteístas, ateos.


La Teología de la Liberación, en Amerindia, leía el Evangelio de atrás para adelante, lo cruzaba con los Documentos de Medellín apuntados en malas fotocopias, le prendía una vela a Camilo Torres por la noche, escuchaba un long play del monumental Zitarrosa, mientras le miraba los blue jeans ajustados a alguna catequista que se quedaba después de hora a barrer la sacristía, sin poder ocultar la calentura, se mandaba para el fondo del gallinero a desenterrar una carabina oxidada de las antiguas guerras civiles para sublimar la erótica. 


En Buenos Aires, la revista Cristianismo y Revolución, de Juan García Elorrio, era la guía espiritual de entonces, en donde cantidad de organizaciones armadas de toda América, publicaban sus solicitadas revolucionarias, convocando a la lucha. Montoneros no existía, había que inventarlo.


El responsable militar de la operación de Argentina fue el Gral. Alejandro Agustín Lanusse. 


La causa formal del magnicidio, impedir la probable reconciliación que Aramburu iba a proponerle a Juan Perón, sellando la unidad del Ejército, el más poderoso de Suramérica, entonces, con el serio riesgo de que se replantearan, o cuestionaran, cuando menos, sus hipótesis de combate, zanjando una división histórica de tiempos de Lavalle y Dorrego, nada menos, dos jóvenes oficiales del Ejército Libertador que San Martín lamentó no haber fusilado en su momento toda su vida.


Cuentan que el mismo Perón, ante el relato de Mario Firmenich publicado en la revista “La causa peronista”, el 3 de septiembre de 1974, describiendo con lujo de detalles la ejecución de Aramburu, el cual, según el informante del Ejército, le habría autorizada a Fernando Abal Medina para que le disparara con una 45 al pecho con un lacónico “proceda”, se habría burlado del mistificador, a propósito de que Aramburu fue encontrado con la boca amordazada, con su camisa blanca impecable, sí, con dos balazos en el pecho. 


Perón había dicho: “Qué fuerte la voz de Aramburu”. Así nacía la organización armada más poderosa de Occidente.


Curiosamente, el filme “Secuestro y muerte”, escrito y dirigido por Rafael Filipelli, pareja de Beatriz Sarlo, en colaboración con su mujer, Mariano Llinás y David Oubiña, que narra las últimas horas de Aramburu según el relato del joven informante del Ejército, Mario Firmenich, la “historia oficial”, a la fecha, no logra pasar la censura del Instituto de Cinematografía de la Argentina, dirigido por una ex montonera, Liliana Mazzure, no accediendo luego a su estreno comercial. 


Al parecer, el filme es demasiado “fuerte”.


 ¡Caramba, qué otra cosa se podría esperar! 


Mucho más fuerte sería un filme que relatara la verdadera historia, ese, seguramente, no contaría con el guión de Sarlo ni se podría estrenar en el Bafici.


 Sé demasiado bien de qué hablo. 


No me vanaglorio de ello. 


En la Italia del deleznable Berlusconi, se pudo: en 2003, Renzo Martinelli, estrena “La plaza de las cinco lunas”, con gran elenco y notable repercusión, contando la verdadera historia sobre la fundación de las Brigadas Rojas y el secuestro y asesinato de Aldo Moro.


III
A todo el que puedo, le recomiendo y en muchos casos, la presto, la más importante novela de habla hispana de los últimos 50 años, hablo de “La fiesta del chivo”, de Mario Vargas Llosa.


 Lejos, muy superior a “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez. 


Me tomo un café o un vino, invito, con cualquiera que haya leído ambas y no comparta mi criterio, no elijo el vino. 


Me puedo fumar un paquete de Camel discutiendo sobre el punto, sí, pago una o dos botellas, el resto, vamos a medias. 


Invito lectores honestos, sin trampa, sí, puede haber excepciones. 


Y la tercera mejor es “La Reina del Sur”, de Arturo Pérez Reverte. Y sí, ahí nos agarramos a trompadas con medio mundo.


 Vale la pena.


Lo que me preocupa seriamente es la edad del genial arequipeño, de 76, que no se vaya a poner gagá demasiado pronto. 


Porque “Operación Algeciras” es una obra que requiere de su genio y su talante, su método, la investigación ya está sedimentada. 


Las declaraciones del peruano a propósito del peronismo, traducidas a las apuradas por La Nación, que engaña, si bien las comparto, es más, a veces me da la sensación de que lee estas páginas, lo alejan un poco del divertimento del conflicto, del húmedo cogollo, no creo, honestamente no lo creo, que a esta altura Vargas Llosa esté para escribir la novela de Perón, el otro mito, el fundante, el peronismo, padre de todos los mitos ulteriores. 


Pero contar esa operación encubierta, protagonizada por dos “buzos tácticos” de Montoneros y un oficial de la Armada, un tal Fernández, con el objetivo de atentar en Gibraltar contra la flota de la armada de guerra británica, nos pone nuevamente de bruces con el tecnicolor desteñido de Monicelli y La Armada Brancaleone. 


Ni siquiera, son la apoteosis de ese histórico filme y de otro que no le va a la saga, también de Monicelli, “Los desconocidos de siempre”.


El marco histórico, la guerra de Malvinas y el mundial en España de 1982. 

La anécdota de la policía española, deteniendo a los “comandos”, interrogándolos entre risotadas, arrepintiéndose luego del error que había precipitado la caída del grupo, habida cuenta de que iban a atacar al enemigo histórico, el usurpador del Peñón, que los hayan tomado por narcotraficantes 

-¿cuándo no?-,

 la respuesta del comisario del pueblito español, Algeciras, al Capitán Fernández, cuando se entrega, se presenta con rango y apellido y pide ser tratado como un prisionero de guerra, “si tu eres el Capitán Fernández yo soy sobrino del Papa”, dan rienda suelta a un desopilante relato, que, como un paño de piedad, cubriría gran parte de nuestros últimos cuarenta años de lamentable y tergiversada historia. 

Pego a continuación el trailer de “Operación Algeciras”, documental hispano-argentino de 2003, a propósito de la fallida operación que hubiera “cambiado el rumbo de la guerra en 1982”. Otra botella de vino picante y una paella bien cutre, marche. http://www.youtube.com/watch?v=IR0Hdj_DTH8

IV
Todas las operaciones de Montoneros fueron de similar índole. 


Un fracaso militar, un relato adobado por escribas variopintos, propios y ajenos, un buen negocio siempre, el amparo para que agentes de inteligencia foráneos de toda índole se hiciera un picnic con la agonía y la muerte de miles de jóvenes de pocos años y muchas menos experiencia política, fatalmente crédulos, siempre, repito, un muy buen negocio. 


Eso sí, nunca faltó plata, muchos, se enriquecieron malamente. 


Sobre todo, dieron pasto para que una generación se acostumbrara a vivir muy bien sin trabajar. 


Eso, social y culturalmente tiene un costo más que alto. 


Y lo peor de todo, no tiene retorno. 


Es peor que la droga.



El facsímil de la tapa de la revista oficial del Ejército Montonero, “Evita Montonera”, que ilustra la nota, de octubre de 1975, es un documento histórico en todos los sentidos posibles, es, desde ya, un cúmulo lamentable de horrores políticos o algo mucho peor. 


Vamos a poner la lupa en cada centímetro de esas dos páginas, porque encierran una eminencia esencial, esto es, una capacidad de mentir inolvidable. 


Esto, ya lo sabemos, a veces es tan sólo una patología, otras, un modus operandi, esto viene a ser consecuencia de un estado de necesidad, o una impostura fraudulenta, una táctica. 


El ataque al Regimiento de Infantería del Monte 29 de Formosa, plan supuestamente atribuido a l número 4 de la organización entonces, Raúl Yaguer, eso relata Cirilo Perdía, número 2, en el libro Operación Primicia, de Ceferino Reato.


El plan fue de Yaguer, dirigido y ejecutado por un comando a sus órdenes. 


Fue el bautismo de fuego de un “Ejército Montonero” que vestía uniforme azul, como los bomberos. 


Invariablemente, esto les sucedió una y otra vez, entregaba el cuartel un soldadito traidor, de clase media alta, en este caso, Roberto Mayol. 


 En el ataque al Comando de Sanidad, 6 de setiembre de 1973, en Buenos Aires, el entregador había sido el soldado Hernán Invernizzi, hijo de la más que famosa Eva Giberti, piscopedagoga progre que todavía pretende enseñar cómo se educa un hijo: en esta acción del ERP también participa otro notable, Eduardo Anguita, periodista ultra K que hoy día se está empezando a preocupar por la fuga de capitales, cosa que expresa por Radio Nacional a los gritos; la lista de soldaditos de las organizaciones armadas, entregando a sus compañeros de la colimba es larga, nunca fueron puestos en la picota por nadie, han sido invariablemente premiados. 


La convicción de estos geniales estrategas era que la tropa, los conscriptos, no iban a ofrecer resistencia.
Esto, invariablemente, una y otra vez había fracasado. 


Para un colimba, un guerrillero era el enemigo. 


En media hora, mueren en el enfrentamiento, doce soldados y la misma cantidad de extremistas. 


El comando, de setenta hombres, se repliega, la operación, el copamiento del Regimiento, fracasa. 


Está demás decir que ni Yaguer ni nadie de esa conducción haría una autocrítica, ni entonces ni nunca. 


Había sido un éxito. 


Tal el mamarracho de estos pretensos comandantes revolucionarios. Ninguno sentía demasiada congoja porque tener que dejar en el campo una docena de compañeros muertos. Eran los riesgos de la lucha armada. 


Sus familiares, años más tarde, 40 años más tarde, recibirían del Estado una indemnización de 200 mil dólares.


El único que hacía una autocrítica seria entonces era el número 3 de la organización, Roberto Quieto, fundador de las FAR, fusionadas con Montoneros, “confusionadas”, de formación marxista. 


Quieto no era un adolescente, estaba cerca de los 40, veía esta estrategia confrontacional con el Ejército como un soberano disparate, no apoyaba la idea del golpe, propiciada por Montoneros, veía en definitiva a esta lucha armada brancaleonesca como la muerte de la política, cosa que por cierto lo era. 


Lo pagó con su vida, fue secuestrado en diciembre de ese año, mientras estaba con su familia en una playa de Martínez, a los dos meses del ataque al RIM 29, en Formosa; siempre se especuló con que había sido entregado por Firmenich, tal el método del informante del Ejército, luego agente de Massera y la P2 para deshacerse de sus críticos o detractores internos. 


A Quieto luego se le lo acusó de traidor, de entregador, supuestamente, la operación, el atentado contra el edificio de Coordinación Federal, en el barrio de Congreso, en julio de 1976, tuvo como objetivo silenciarlo. 


En el hecho murieron 25 policías y fueron mal heridos 80, nunca se supo si murió Roberto Quieto.


Es paradigmático, maldita palabra, el caso del subteniente Ricardo Massaferro, muerto durante el fallido intento de copamiento del RIM 29, hijo de un oficial retirado del Ejército, del mismo nombre, peronista, hombre que incluso había participado en el entrenamiento de Montoneros. 


Y sí, Perón había propiciado la guerrilla, la creación de formaciones especiales, muchos hombres de la Resistencia lo habían escuchado, se habían comprometido. 


La tragedia, una vez más, tenía ribetes griegos. 


Perón, que nunca combatió en una batalla, que había huido ante la única cierta que le propuso la historia, también estaba convencido que era un genio de la táctica y la estrategia guerrillera, basta escuchar sus peroratas grabadas por Pino Solanas y Octavio Gettino para ver el nivel desopilante de cháchara con que era capaz de despacharse. 


Tal su doctrina de la guerra revolucionaria, otro mamarracho.


Termino con esa postal formoseña con un comentario, a propósito de la muerte del subteniente Massaferro, de guardia ese caluroso sábado en el RIM 29, supuestamente un enemigo de la revolución socialista planteada por el “Ejército Montonero”; en el cínico lenguaje del imperialismo, un daño colateral, uno más. 


 Cito a Carlos Kunkel, hoy día diputado nacional del FpV, quien participa de la Operación Primicia, entonces, la estrategia de Montoneros era ideológica, enfrentar al Ejército Argentino, a fin de plantear una disyuntiva de hierro: 


“había dos ejércitos, uno, el represor, otro, el ejército montonero, la gente tenía que entender esto”.


No hay que ser un genio de la política para entender que plantear esta oposición, en pleno gobierno democrático, que había llegado al poder con el 63% de los votos, era proponer un golpe de Estado, la muerte de la política y de cualquier entendimiento democrático y civilizado. 


Era abrir las puertas del Infierno. 


Si de ahí salían dos, tres, cuatro, cien o mil demonios, venía a ser un puro detalle contable. 


Nadie honesto y con un mínimo de sentido común, puede hablar de esto como de un error, no a esa altura no. 


Esto es ser parte de un minucioso y deliberado plan. 


Un plan diseñado en otra parte.


No sólo no hubo nunca, a la fecha, ninguna señal de arrepentimiento por los partícipes de esa Operación Primicia, la cual abrió las puertas de los monstruos, sino que sus autores todavía la recuerdan y celebran, incluso usando las instalaciones de la UBA para tal evento, sí, lo hicieron hace tres o cuatro años. 


Mucho menos han intentado acercarse a los familiares de los doce soldados asesinados por sus balas revolucionarias, no incluyo al Subteniente en esa lista, ahí la tentativa se pondría demasiado densa. 


La pensión que cobran hoy día los padres de los conscriptos asesinados no llega a los 1000 pesos mensuales. 


1.200.000 es lo que han recibido los familiares de los terroristas, con sus nombres grabados en bronce como víctimas del “terrorismo de Estado”, en el Monumento de la Memoria en la Costanera Norte, una de las plazas menos visitadas de la Argentina. 


Sí, repugna, es demasiado obscena la historia. Nuestra historia. 


Pero lo concreto es que es uno de los testimonios más patentes de la política de Derechos Humanos instaurada por este gobierno que en estos días cumple 9 años en el poder, muchos años.
V
La CIA, el M-16 y el Mossad, se turnaban para ver quién se volteaba a la piba más linda de la organización armada, algunas de ellas, de proverbial belleza, siempre, disfrazados con las ropas de un comandante revolucionario. 


Las pibas, invariablemente, portaban dos apellidos, eran de zona norte, luego, morirían. 


 Los secuestros extorsivos, de Jorge Born para abajo, generaron una fuente inagotable de recursos, caprichos y atrocidades. 


Personajes tan impolutos e insospechados como el actual ministro de la Corte, Eugenio Zaffaroni, Juez de la Cámara del Crimen durante la Dictadura, han recibido los beneficios de aquélla delincuencia.


Montoneros se caracterizó, sobre todo, por hacerse cargo de espectaculares operaciones que no habían sido ejecutadas por sus fuerzas, caso Aramburu y José Ignacio Rucci, los más paradigmáticos, así como por no reconocer ejecuciones propias, algunas abominables, caso Padre Carlos Mugica. 


Sí, lo corregimos, el Padre Mugica es asesinado dos semanas más tarde de condenar públicamente la lucha armada, ya estaba afuera. Mugica sabía que Montoneros iba a ejecutarlo, así lo había avisado.


Le seguiría la entrega de Rodolfo Walsh a un Grupo de Tareas de la Marina, luego de pronunciarse públicamente contra la conducción, por militarista. 


Cirilo Perdía le había respondido también públicamente entonces, que quien no estuviera de acuerdo con la conducción, tenia la puerta abierta, claro, con una banda de militares fuertemente armados esperándolo. 


Walsh se enfrenta entonces a una unidad de la Marina armado tan sólo con un revólver calibre 22, por eso dice el Tigre Acosta que se suicida. La muerte de su hija, meses antes, también entregada en una encerrona, había terminado de devastarlo.


Sin dudas, el caso más notable en su larga lista de traiciones y delaciones, es el que deriva en la muerte de Mario Santucho, comandante del ERP, muerto en un enfrentamiento con una unidad del Ejército al mando del Capitán de Ingenieros Juan Carlos Leonetti. Al día siguiente, ERP y Montoneros se fundirían en una nueva organización, la OLA, Organización para la Liberación de la Argentina. 


 Sólo tres elementos de la conducción del ERP y Mario Firmenich sabían del domicilio de Roby Santucho en un monoblock de Villa Martelli, Enrique Gorriarán Merlo, desplazado de la conducción del ERP por militarista, era uno de ellos. Ya en Democracia, Gorriarán Merlo conducirá otro desastre guerrillero, el último, el ataque al Regimiento de Infantería Mecanizada de La Tablada, el 23 de enero de 1989.


Durante el ataque, la recuperación del Regimiento demoró casi una jornada y fue altamente mediático, filmado por Crónica TV en vivo día y noche, el Comando en Jefe del Ejército, difundiría un comunicado, avisando que las fuerzas armadas legales tenían una sola hipótesis de combate, la subversión, poniendo blanco sobre negro la controversia surgida luego de Malvinas, conforme la cual, la oficialidad ex combatiente pretendía incluir a Gran Bretaña como un elemento más a tener en cuenta, a saber, el auténtico enemigo histórico de la Argentina. 


Como siempre, la guerrilla guevarista, primero, era derrota, acarreando la muerte, tortura, cárcel, de la propia tropa, segundo, funcionalmente era un comodín el Imperio, tercero, sus cabecillas eran salvos y se fugaban, amparados por los servicios de inteligencia propios y foráneos.
VI
Quiero detenerme unos párrafos en los hermanos Schoklender. Se lo merecen. 


En todo sentido. Su padre, Mauricio, fue un traficante de armas al servicio de una empresa de bandera alemana, con nombre americano, Pittsburgh, fachada encubridora de un negocio de la burocracia militar israelí, la cual se encargó de abastecer de armamentos a la Junta Militar durante todos esos años, como a otras dictaduras militares o regímenes sometidos a embargos, caso Sudáfrica, negocio de miles de millones de dólares. 


Sí, es cierto, nunca la Argentina estuvo mejor armada. 


Es un mito el rebuznar con que los soldaditos estaban mal armados en Malvinas, jamás de los jamases, dicho por propios y ajenos, estos últimos, oficiales de la Corona Británica, ex combatientes, que reconocieron tanto la capacidad de combate de las tropas argentinas como la calidad del equipo, para el caso, los fusiles FAL de fabricaciones militares, que funcionaban en las Islas mejor que los originales belgas de las fuerzas colonialistas.


Argentina no tenía el armamento de un país miembro de la OTAN, poseedor de la tercera fuerza militar del planeta, entonces, pero lo suficiente como para darle seria batalla, poseía misiles tierra-aire Rolland, idénticos a los del ejército suizo, los diez Excocet franceses provistos a la aviación naval, hasta el embargo, hundieron nada menos que siete buques invasores, incluido su buque insignia.


 La derrota de Malvinas es consecuencia de la defección del Gral. Menéndez, está bastante estudiado el punto. Defección o traición, vaya uno a saber. 


En un país serio, ambas acarrean un pelotón de fusilamiento.


Pero volvamos a los Schoklender, sobre todo porque el próximo 30 de mayo, 30º aniversario de una hazaña de la aviación militar en Malvinas, a cargo de una escuadrilla de Super Etendard de la aviación naval y A4B de la Fuerza Aérea Argentina, los cuales dañan seriamente, hasta provocar su posterior hundimiento, al buque insignia de la Task Force invasora, el portaaviones “Invencible”, con el último misil Exocet del arsenal de las fuerzas patriotas, hoy en el fondo del mar, en la cuenca de Malvinas, a 700 metros de profundidad, hito denunciado por un mapa de prospectiva petrolera declarado por la autoridad civil de las Islas, en donde se avisa del riesgo para las futuras exploraciones y extracciones. 


 Sigo, el próximo 30 de mayo, Sergio Schoklender ampliará su declaración ante el anonadado Juez Norberto Oyarbide, en la causa por fraude al Estado de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. 


Arturo Pérez Reverte podría contar alguna vez esta historia, él, que dice haber sido corresponsal de guerra en las Islas, vaya a saber uno cómo. 


Digo, el ataque de la aviación de guerra argentina y el hundimiento del HMS Invencible.


Y digo los Schoklender, nunca un dúo ha sido más desparejo, porque en Sergio se sintetizan cuatro décadas de horror, mentira, engaño, manipulación, ambición de poder y avaricia, en gran forma, trágicamente, en el sentido más griego del término, de nuestra más reciente y paupérrima historia argentina, toda ella tapa de Crónica con letras de molde, fondo negro, caracteres rojos. 


Pero por sobre todo, de impostura, sobreactuación, el ser trágicamente famosos, luego ricos, a costa de hechos no cometidos, asumidos como propios, por conveniencia política, también, por ser un eminente psicópata. 


El tic, los tics, de Sergio Schoklender son tan sintomáticos, que llega a pergeñar una organización armada ad hoc, -en su libro póstumo, “Sueños postergados”, confiesa como en los 90 recaudaban para financiar a las Madres a punta de pistola, “guerrilla” que consuma una serie de atentados durante el gobierno de Néstor Kirchner, varios con bombas de construcción casera, describe en detalle cómo en la Fundación había un depósito de armas y explosivos-, 


Hebe de Bonafini estaba al tanto. 


No, no hay ningún Fiscal Federal dispuesto a abrir una causa sobre el punto, según Schoklender, ha prescrito (sic).


La foto por todos conocida, del apoderado de las Madres disfrazado de Obispo Rojo, junto con Hebe Pastor de Bonafini, disfrazada de Bruja, festejando vaya a saber qué


¿ Halloween?, en un salón de fiestas de la Fundación, es como el summum de este aquelarre. 


A mi, de todas formas, esa foto no deja de provocarme cierta ternura, ahí se los ve humanos, incluso creíbles. 


Porque Montoneros fueron los hijos de Hebe, supuestamente secuestrados y asesinados por la Dictadura en el año 1977. 


Digo supuestamente, porque en el listado actualizado de la CONADEP de la fecha,
8308 8215 0 Bonafini Raúl Alfredo, tan sólo figura éste último. 

Quien quiera puede corroborarlo por sí mismo. 

Y hasta hace no pocos años, figuraban sus dos hijos; el mayor, Jorge Omar, denunciado como desaparecido el 6 de febrero de 1977, ya no se encuentra en ese sitio, que se actualiza permanentemente. 

Quizás este fraude supere todo lo imaginado. 


Pero no quiero irme de tema, de Sergio, quien a mi entender, es víctima de demasiada injusticia, sí, como a casi todos me caen bien las causas perdidas. 


 Los Schoklender jamás asesinaron a sus padres, por lo pronto. 


Mauricio Schoklender era un traficante de armas, corrupto, envilecido, homosexual, casado con una mujer decadente, viciosa, cocainómana, ninfómana, incestuosa, con la pésima costumbre de quedarse con dineros que no le correspondían, de una y otra parte, o sea, de los vendedores de armas, de Pittsburgh, de la Marina, su principal cliente, de Massera. Demasiada gente quería asesinar a Mauricio. 


 Claro, también sus hijos. 


Y como en todo mito trágico que se precie, los chivos expiatorios son estos dos pipiolos, que para peor, están convencidos que la mejor idea del mundo, es escapar, qué otra cosa se le podría ocurrir a un adolescente judío en plena dictadura, conocedores de los negocios de su padre, de sus vínculos con la Marina.


Luego, sus vidas son una verdadera desgracia, mientras que el conocimiento salva a uno, en Villa Devoto, hasta que aparece una docente garantista, discípula de Righi y Zaffaroni, Cristina Camaño, declarada marxista-guevarista, tiene la foto de Fidel en su despacho, fiscal en la causa del asesinato de Mariano Ferreyra hasta que es aparatada de la misma, Nilda Garré se la lleva como su mano derecha al Ministerio de Seguridad, la cual lo presenta a Hebe de Bonafini, dando inicio a uno de los romances más extraños e intensos de los últimos 25 años. 


El otro, el segundón, prófugo, siempre torpe y mediocre, se escondería en Bolivia hasta caer preso.


Y en el caso de la malversación de fondos del Estado, les corresponde el san benito de la corrupción, junto a una larga lista de funcionarios, empezando por Julio de Vido, para terminar con Hebe de Bonafini, la principal responsable. 


El punto es que esta causa, es el nudo gordiano del mito montonero. 


De cuatro décadas de fraudes, manipulaciones, conspiraciones, entregas, extorsiones, robos, secuestros, homicidios, torturas. 


Pero antes que nada, de simulaciones, en donde bandas juveniles son usadas por un poder siempre en penumbras, sea la Logia Propaganda Due, la CIA, el M 16 británico, el Mossad, para acorralar, debilitar, avasallar y esquilmar a un pueblo manso y apático, demasiado distante, alienado, carente, pueblo heredero de una tradición tan rica como sus tierras, cordilleras, mares, profundidades. 


Para apurar un plan lo demasiado siniestro como puede significar pretender apropiarse de la Argentina, sus tesoros, su territorio y libertades, antes un pueblo atónito y una clase política corrupta e inoperante, plan, que, como en casi todos estos casos, está plagado de errores y puntos flacos. 


Porque como es habitual, se confunden fines y medios, y, el vil metal, cobra por lo general un protagonismo innecesario y confunde. Ahí la tragedia se transforma en bufa, cosa que todos esperamos bastante.


VII
Voy a terminar esta triste historia en varios movimientos, hablando de un socio vitalicio omnipresente en este mito infame, Horacio Verbitsky, (a) “El Perro”. Hombre de la Inteligencia de Montoneros, protegido por la Fuerza Aérea, financiado por la CIA, publicista de la dictadura populista peruana de Velazco Alvarado, para entonces, el hombre de la M en Lima, encargado de triangular el envío de fondos a La Habana, en tiempos en que es secuestrado por un grupo de tareas del ejército peruano Alberto Maguid, refugiado político, hombre acusado por la dictadura de Onganía de haber participado en el secuestro y asesinato de Aramburu, defendido, entonces, por los comandos civiles gorilas.


Horacio Verbitsky, ¿hombre de la M-2.2 o del M-16?, ¿doble o triple agente? Lo dejamos para el final, porque lejos, es el más inteligente, culto, cruel y refinado de todos. El jefe de Nilda Garré, hoy día, a él se reporta, es más, la secretaria de DDHH del ministerio de Seguridad, la británica Nat Federman, es un alfil del CELS, agente de su íntima confianza. Hombre que en esta debacle que se avecina, sin duda que va a comenzar a laborar su salvoconducto, que no va a ser otro que entregar a Hebe Pastor de Bonafini, con quien lo une un odio acendrado, memorial, desde hace un cuarto de siglo, bastante tiempo.


No otra es la explicación del fallido de la bomba de estruendo dejada en el cine Gran Rex, denunciada por Norberto Oyarbide como un arma de destrucción masiva, mamarracho instrumentado para tapar un bochorno de protesta ante los Tribunales, encabezado por el PRO y veinte personas, otro ante el Cabildo, impulsado por Binner y quince personas, hechos que de todas formas hablan de una protesta hoy incipiente, mañana, con el dólar a 678 pesos y Moyano sacando los camiones a la calle, tal vez, insospechada.


Hace algo más de cuatro años inicié la modesta aventura intelectual de este blog con una nota titulada Blas García, casi tan extensa como esta, dedicada, justamente, al camionero asesinado por HV, quien era el jefe de la célula afectada a atentar contra la vida de Jorge Rafael Videla, 18 de marzo de 1976, en el Comando en Jefe del Ejército, fallido utilizando una bomba que deflagraría antes de tiempo, producto del nerviosismo del doble agente, provocándole heridas de muerte a un camionero que pasaba en el radio de la onda expansiva, sin sacarle siquiera la gorra al inventor de los desaparecidos; 


¿trabajaba entonces HV (a) “Capitán Salazar”, para los militares?, 


reportándose directamente a la CIA, es probable, siempre ha llamado la atención, primero, su reticencia a jactarse de las operaciones en que ha participado, él sólo fue un hombre de prensa, segundo, la comodidad para dejar la Organización, según él en 1978, con tanta libertad como se toma un impermeable de un perchero y se sale sin paraguas, debajo de un torrencial aguacero, así de fácil.


Años más tarde, este hombre sería el sumo sacerdote de una secta dedicada a expoliar al Estado, el CELS, siempre con cifra de cientos de miles de dólares, a propósito de juicios y reclamos de familiares de terroristas que ofrendaron sus vidas por una causa con cero pretensión crematística. 


Cómo él, ex guerrilleros, combatientes, que nunca habían sido responsable de nada. 


El camarista que había avalado la represión militar desde su juzgado de sentencia, Raúl Zaffaroni, pareja de Jacobo Isaac Grosman, secuestrador y extorsionador contratado por Montoneros, se encargaría de ponerle letra a esta doctrina, destruyendo una tradición de dos mil quinientos años de Derecho occidental, imponiendo una doctrina fuertemente inspirada en el Talmud, casualmente, en donde se invierten los valores a tal punto, que el criminal, el delincuente, no es castigado, sí, la víctima, doblemente.


La matriz de la industria del Holocausto, descrita con detalles por el politólogo de New York Norman Finkelstein, se reproducía en escala liliputiense, o sea, argentina, dedicada también a descifrar quiénes eran los justos y quiénes los pecadores, la persecución de éstos, de los últimos 40 años de historia argentina. 


La figura de la victimización tomaba así caracteres de épica triste. 


 Jamás había existido un Ejército Montonero decidido a tomar el poder por las armas, atacando objetivos civiles y militares en Democracia, no, esto era una falacia. 


Tan sólo jóvenes idealistas de boina y polera negra, como la resistencia maqui, claro, fumadores de buen tabaco francés, soportando la barbarie fascista entre mate y mate.


Curiosamente, esta historia de guerrillas, de guerra revolucionaria, que había comenzado en América 50 años antes, bajo la invocación del cristianismo revolucionario y la protección de San Ernesto de la Higuera, terminaba siendo un movimiento de perfil judaico. 


La clave de esta paradoja, es que al neutralizar la lucha de entonces, al convertirla en inexistente, al victimizarlos y darle al movimiento de los DDHH una entidad política superior, para luego convertirlo en un negociado, lo que conjuran tanto Hebe de Bonafini como Verbitsky y Néstor Kirchner, el financista, es la verdad histórica de la causas de tal guerra, porque está más que claro que aquéllos jóvenes no habían luchado por este modelo, no jamás, este gobierno de hace 9 años que paga a pie juntillas una deuda externa fraudulenta, hace fraude para ganar elecciones, propicia la megaminería contaminante y saqueadora, es socio y aliado del Estado sionista de Israel, se ampara en el monocultivo de soja, perdura por una base social de millones de desocupados, entrega el petróleo junto con YPF a petroleras anglosajonas, tolera los negociados y la corrupción emergente de las privatizaciones de los 90, niega las verdaderas causas de la guerra de Malvinas, cual es un plan de la Corona Británica para apropiarse del petróleo subyacente en sus cuencas subterráneas, tolerando el bastardeo de la última gran batalla contra el colonialismo, siendo cómplice silencioso de los Acuerdos de Paz de Madrid del año 1991, un año antes de que Néstor Kirchner propiciara la venta de YPF a Repsol por 674 millones de dólares, los cuales nos dan categoría de país miembro del Commonwealth, de colonia británica.


Aquellos revolucionarios proponían la socialización de los medios de producción, la nacionalización de la banca y el comercio exterior. 


Lo digo con todas las letras, Mariano Pujadas, hombre que le iba a disputar a Firmenich la conducción, casualmente, “Mártir de Trelew”, otra entrega, por decir uno, a Néstor Kirchner lo hubiera puesto un plomo de 9 mm entre los ojos. 


Para aquéllos jóvenes revolucionarios, este gobierno también sería catalogado como oligárquico y tiránico y propondrían su derrocamiento por la lucha armada. 


Hebe de Bonafini porque es una impostora, agente de la URSS, adscrita a La Habana, cumpliendo con un servicio para con la Dictadura militar, por ende una intocable, luego de la desaparición forzosa de la fundadora de las Madres, madre de combatientes de las FAP, Azucena Villaflor, la Dictadura, entonces, era la principal proveedora de trigo de los soviéticos, nada menos, sin hijos desaparecidos, como se terminará revelando; Horacio Verbitsky, porque es un doble agente de toda la vida, con un odio visceral por el peronismo, quien conoce perfectamente la historia de Bonafini, la cual lo desprecia y lo trata de judío sionista y agente de la CIA en público; el hijo de su jefe, el otro doble agente, Mario Firmenich, dirige la filial de La Cámpora en Madrid; Néstor Kirchner, porque es un farsante, enriquecido durante la Dictadura y después, como nunca nadie, sobreactuando de “revolucionario”, luego de haber entregado a conocidos y allegados a la represión en Río Gallegos. 


Los tres, eso sí, trabajan para Gran Bretaña, debilitando la República, sus instituciones democráticas, su convivencia, la paz social, hasta dejarle exangüe, lista para el matadero.


El final ya lo sabemos, como todo plan de Montoneros, está destinado al fracaso, está en el aire. 


Esta vez, el poder participativo y revolucionario que se les imponga, deberá de ser sumamente cuidadoso, pragmático, democrático, republicano, actuará con el Código Penal sin atenuantes para hacer que paguen por sus crímenes, todos, en las mejores cárceles posibles, y nos devuelvan hasta el último peso que se han robado. 


Esto es lo serio y eficaz, lo demás, es copia, incluso la peor, de ellos mismos.

lunes, 28 de mayo de 2012



LAS NOTICIAS CAUTIVAS NO LO MUESTRAN

CALLE FLORIDA BUENOS AIRES

Nuestros periódicos y canales de televisión son obsecuentes... esto no fue un chiste fue una marcha... el viernes... menos mal que no pueden censurar a Internet ni a las cuentas de Email de los Argentinos.. . por lo menos... no todavía...











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2013 ELECCIONES 

es tiempo de comenzar a pensar .
Si cada uno manda esto a cinco personas y el proceso se repite 100 veces el mensaje
 llega a casi 10 millones de destinatarios. 

¿Cuatro años más? 

¿Por idiotas?


- PELEADOS CON URUGUAY Y CON CHILE 
  
- MIRANDO DESDE AFUERA COMO DESPEGA BRASIL 

- SIN DIPLOMÁTICOS PROFESIONALES EN EL SERVICIO EXTERIOR 

- CON LA CANTINELA DE LOS DERECHOS HUMANOS...PARA ALGUNOS Y NO PARA OTROS 

etc, etc