lunes, 19 de septiembre de 2011

GENERAL BROWN, CON “B” DE BENDINI

En el Colegio “Dámaso Centeno”, instituto educativo civil de nivel jardín de infantes, primario y secundario, dependiente del Ejército Argentino, se realizó días atrás un homenaje a los jóvenes terroristas protagonistas de la exitosa novela “La Noche de los Lápices”.

Con la presencia de Taty Almeida, madre de un delincuente terrorista (ex alumno de ese instituto), autoridades civiles de Defensa y militares (Generales Pozzi, Jefe del Ejército, y Brown, Jefe de Educación del Arma) participaron de la colocación de una placa conmemorativa.

El director del colegio, Coronel (retirado) Héctor Gallardo, se ausentó dos días antes (habría viajado a Cancún, México), seguramente para no tener que soportar la deshonra y afrenta en su propia casa… además de descansar.

Pero lo que marca la indignidad de ciertos miembros superiores del Ejército, como bajar cuadros en el Colegio Militar de la Nación (Bendini) y levantar pancartas en apoyo de la comunidad homosexual y en connivencia con ésta

-hecho ocurrido en el Salón “Libertador” del edificio del Ministerio de Defensa semanas atrás- es la actitud del general Fabián Emilio Alfredo Brown, Comandante de Educación y Doctrina (COEDOC), organismo del cual depende el Instituto Dámaso Centeno.

El día anterior a la ceremonia prevista, miércoles por la tarde, Brown se apersonó al colegio y habría hecho retirar en seis o siete aulas del segundo piso, unas placas de acrílico azul de 10 cm por 40 cm, identificadas (“in memoriam”) con nombres de militares asesinados por el ERP y Montoneros.

Esos claustros llevaban los nombres del Teniente Coronel Arturo Larrabure, del Coronel Raúl Duarte Ardoy, del Teniente Coronel Horacio Fernández Cutiellos y de otros héroes y mártires de nuestro Ejército.

Al día siguiente de la ceremonia, las placas fueron nuevamente colocadas en las respectivas aulas, pero quedó en el patio de la escuela la de “bronce”, no de acrílico, que recuerda a terroristas, hoy reivindicados por “¿propia tropa?”

No sabemos si la restitución obedeció a una orden del mismo Brown, lo que evidenciaría una “pragmática” pusilanimidad sinuosa, o fue producto de la indignación del cuerpo de profesores y alumnos que se sintieron humillados.

Ciertamente este militar “rápido para los mandados”, no consiguió que en la biblioteca del tercer piso sacaran una lámina enorme con los nombres de todos los militares (oficiales, suboficiales y soldados) muertos por la subversión.

Quizás era un “tercer piso demasiado lejos” para ser presentado a la “inspección terrorista” a la que fue sometido este Instituto educativo.

En la recorrida ni siquiera subieron al segundo… pero, por las dudas, escondieron a nuestros caídos, cuyos nombres laten en los corazones acongojados.

Entonces, incontenibles, nos nacen las preguntas: ¿Éstos son los valores y principios que enseñan ahora, general?

¿Para Ud. significan lo mismo los Capitanes Paiva y Leonetti que cualquier delincuente terrorista de los ‘70?

¿Qué opina de la larga lista de caídos -civiles, militares, policías- que jalonan la Guerra que peleamos y ganamos en el campo de las armas?

¿Cómo habla de este asunto terrible con su familia y sus amigos cuando los recuerdos se instalan en el centro de la conciencia y estiran sus largos dedos que no mienten...?

Mientras se desvanece la luz de nuestros próceres que irradiaba la vida en los cuarteles, y se diluye lamentablemente el ejemplo inspirador de nuestros héroes, muchos de ellos contemporáneos que ofrendaron sus vidas en las selvas y ciudades contra el terrorismo y en nuestras Islas Malvinas, se ciernen sobre nuestras armas la sombra de la perversión, el veneno del terrorismo cobarde y el temeroso temblor de desafilados “corvos” deshonrados.

En consonancia con este temblor opuesto a la tradición argentina ahora agredida, cabe la referencia a la espiral que con forma de tirabuzón moral desciende desde los primeros momentos en que se inició la persecución a quienes combatieron en defensa de la República.

Cada vez más y más rápido, cada vez más y más insoportable. Al aceptarse el primer paso, lo que vino después comenzó a fluir casi con naturalidad, las reacciones fueron sofocadas y se aceleró el proceso decadente que parece carecer de límites.

No nos equivocamos si ponemos el dedo en esta llaga vergonzosa, cargada de dolor y sostenemos que constituye todo un símbolo de lo que ocurre en el conjunto del pueblo.

Esto se ubica mucho más allá de la política, horada los sentimientos y orienta al futuro hacia una quebradura que puede ser definitiva.

¿Cómo será la intimidad de ese oficial superior, de ese jefe que no puede ignorar la dimensión de su inconducta...?

¿Cuál será el significado de las palabras mudas que acudirán a su mente cuando por las mañanas se mira al espejo o por las noches descansa su cabeza en la almohada cuando se dispone a dormir?

¿Tendrá el sueño agitado o lo vencerá el insomnio que lo recrimina?

¿Qué pensarán aquéllos que prohibieron asistir en los casinos de oficiales a los parientes de sus camaradas presos por defender a la Patria?

¿Cuál será el sentido último y convocante que le despertará en su ánimo -en el suyo, general- este vocablo superior del idioma...?

Patria, Patria ¿Habrá que repetirlo hasta el infinito para que lo entienda...?

En el centro de este drama convergen dos palabras opuestas y definitorias: coraje y cobardía.

A esta altura es innecesario abundar en explicaciones.

Todo está dicho mientras el Honor es un testigo paralítico de lo que sucede...
Carlos Manuel Acuña

viernes, 16 de septiembre de 2011

BONAFINI Y EL VERDADERO NIDO DE RATAS

Mientras que Sergio Shoklender −quien hasta hace poco tiempo era considerado su hijo adoptivo− declaraba durante más de seis horas en el Congreso frente a diputados de la oposición, Hebe de Bonafini arremetía desde Plaza de Mayo: “En el Congreso hubo durante mucho tiempo un nido de ratas.

Hoy se volvió a abrir el nido de ratas… Y ahí están, desde las 10 de la mañana las ratas con las víboras”.

¿Pero dónde se encuentra realmente el verdadero nido de ratas?,

es la pregunta que cabe formularse.

En efecto, si algo ha caracterizado a la militante kirchnerista en cuestión, ha sido precisamente formar parte de un entorno donde la suciedad, la corrupción y el delito constituyen la norma.

Entre los amigos de Hebe se encuentran asesinos,

como el propio parricida Shoklender (ahora no tan amigo);

corruptos presuntos como la ex ministra de Economía Felisa Miceli, ahora apoderada de la fundación (quien supo “olvidar” una bolsa con dinero del Banco Central en el baño de su despacho oficial);

terroristas internacionales como el etarra Josu Lariz Iriondo (autor de atentados con coches bomba)

o como Walter Wendelin, líder de Askapena, grupo del aparato internacional de ETA (a quien Hebe le dio trabajo como docente en su “Universidad de las Madres”),

narcoguerrilleros como los muchachos de las FARC (organización criminal que ha sido reivindicada en numerosas oportunidades por las Madres de Plaza de Mayo);

profesores de terrorismo y tortura como el cubano Manuel “Barbarroja” Piñeiro, encargado del adiestramiento militar de terroristas for export que preparaba Cuba en décadas pasadas (con quien Hebe ha confesado reunirse);

y dictadores varios, como el sistemático violador de los Derechos Humanos Fidel Castro,

o el principal aliado en la región del antisemita régimen iraní de Ahmadinejad, Hugo Chávez

(entrañables amigos de las “Madres”).

Con el perdón de los roedores, animalitos con los que al lado de los tenebrosos personajes antedichos simpatizamos sin dudar, el verdadero nido de ratas se encuentra en derredor de la propia Hebe de Bonafini.

Si el impresentable Shoklender, quien semanas atrás era considerado por la misma persona que hoy lo fustiga como un afectuoso hijo putativo merecedor de grandes cargos y responsabilidades jerárquicas en la cuestionada fundación, es dable preguntarse:

¿Quién es la rata mayor del nido?

Agustín Laje

martes, 13 de septiembre de 2011

EL OLVIDO DE LAS VICTIMAS DEL TERRORISMO




“A un año más de la desa­pa­ri­ción de mi que­rida hija Laura, hoy con­ti­núa el olvido para con las víc­ti­mas del terro­rismo.

Quiero vol­ver a dejar cons­tan­cia de esta imper­do­na­ble injus­ti­cia en su nom­bre y en el de todos los que sufrie­ron la vio­len­cia de Mon­to­ne­ros y el ERP.



“Jamás pude borrar de mi mente aquel 8 de sep­tiem­bre de 1975 en que me entre­ga­ron su cuerpo sin vida, con la cabe­cita des­tro­zada por la bomba que deja­ron en un coche frente a la Uni­ver­si­dad de Bel­grano, donde cur­saba su carrera de contadora.

“Penoso, injusto y dolo­roso olvido de aquel pasado, que se ve acen­tuado por pro­ve­nir de quie­nes nos han gober­nado y nos gobiernan.

“Envié en 2003, 2005 y 2006 notas al Dr. Kir­ch­ner, durante su pre­si­den­cia, pero el dolor por la muerte de mi hija no tuvo cabida en su cora­zón, como tam­poco llegó a su cora­zón mi informe sobre la gra­ve­dad de la salud de su her­mano.

¡Jamás fue­ron con­tes­ta­das!

Car­tas con el dolor de una madre y un her­mano que sólo reci­bie­ron silen­cio y olvido.

Pido a mi hija ayuda para enten­der por qué tanto encu­bri­miento e impu­ni­dad para con los cul­pa­bles de las víc­ti­mas de aque­llos años de horror.

¿Cuál es el temor en reco­no­cer aque­llos nefas­tos actos de terror?

¿Por qué se los pro­tege?

Sus lla­ma­dos idea­les no murie­ron, pero fue­ron éstos los que mata­ron a mi hija.

“Para que mi que­rida Laura y otras víc­ti­mas pue­dan des­can­sar en paz, hoy tengo la osa­día de diri­girme con todo res­peto a la señora pre­si­denta de la Nación y al gobierno de Ita­lia para soli­ci­tar­les que la memo­ria, la jus­ti­cia, la repa­ra­ción y la ver­dad tam­bién les sean otor­ga­das a las víc­ti­mas y se ter­mine su discriminación.

“Si así no se hiciera, tengo la cer­teza de que desde el cielo una lágrima de Laura caerá en sus cora­zo­nes para implo­rar­les: basta de silen­cio y que el reco­no­ci­miento de los dere­chos huma­nos sea para todos, y no sólo para algunos.

“Los des­a­pa­re­ci­dos durante gobier­nos de facto y las víc­ti­mas del terro­rismo fue­ron y son todos seres huma­nos.

No per­mi­ta­mos que la impu­ni­dad sea la única que reine en la Argen­tina.

Ver­dad y jus­ti­cia para todos.”

Fuente: La Nación
Autor: Lorenza de Ferrari