NO HABIA 50.000 ...
Aún a riesgo de pecar de inmodestia, no es mal momento
recordar lo que afirmamos en esta columna desde hace, al menos, un par de años:
las “reservas del BCRA” son otra de las grandes imposturas de la des-información
oficial.
Pero la gravedad de la afirmación no surge de nuestra
advertencia.
Al fin y al cabo, quien esto firma no es nada más que un simple
ciudadano, inquieto y curioso, que trata de razonar las informaciones que recibe
y reproducir sus dudas, matizadas, en los pocos casos en que se atreve, por
algunas afirmaciones.
Entre ellas, no esta demás destacar ésta, porque implica
el desemboque natural de una ficción lanzada al ruedo por el oficialismo, pero
lamentablemente acompañada por gran cantidad de especialistas que la reproducían
en forma relativamente acrítica.
Pocos economistas se atrevieron en estos
años a desnudar la falacia que implicaba contabilizar como “reservas
internacionales” a títulos públicos de una administración insolvente.
Es más o
menos lo mismo que un particular contara como parte de su riqueza un pagaré
firmado por él mismo, a su favor.
En derecho, tal situación configura la
extinción de una obligación por identidad de acreedor y deudor, o sea, se
neutraliza.
Es como si no existiera.
La viveza criolla adoptada como
comportamiento oficial puede permitirse engañar a terceros con esa “contabilidad
creativa”.
Allá los terceros si se la creen.
Pero creerse la propia mentira y
actuar como si fuera cierta no es de vivos, sino de tontos. Eso ha hecho el
gobierno en estos años.
Son demasiados los economistas que insistieron en
estos años en recurrir a las sesudas interpretaciones de la contabilidad pública
para convencer a los ciudadanos que en realidad esas letras del tesoro podían
seguir siendo consideradas “reservas”, aunque el deudor fuera el mismo gobierno
que desde hace ya tiempo actúa como dueño de una entidad en otros tiempos
autónoma e independiente de su gestión, el BCRA.
Hoy vemos la
consecuencia.
No hay 50.000 millones de dólares.
Ni 40.000. Ni 30.000.
Ni
20.000.
Los economistas más serios, aquellos que no se prestaron en estos años a
la “mentira piadosa” con el argumento elitista y oligárquico que saber la verdad
puede atemorizar a los ciudadanos, nos ratifican su información: las reservas
líquidas del BCRA, aquellas con las que puede contar para respaldar la base
monetaria, no llegan más que a aproximadamente 10.000 millones de dólares.
Menos
aún que los que había en los tiempos finales de la
convertibilidad.
¿Dónde se fueron los que había?
Pues, donde lo
advirtieron –y lo advertimos- repetidas veces: al dispendio que siguió al
saqueo.
Se fueron a fogonear una prosperidad engañosa, apoyada en la liquidación
de reservas y capital.
Se diluyeron al igual que 15 millones de cabezas de
ganado, o los recursos que daban sustentabilidad al sistema previsional, o a las
reservas de hidrocarburos que se quemaron sin
reemplazarse.
Desaparecieron. Y hemos llegado, desgraciadamente, a la
situación prevista. Sin dólares, sin petróleo, sin vacas, sin
ahorros.
Pero lamentablemente, también sin escrúpulos.
Eso es lo que está
asomando la cabeza en el país: el fantasma de la arbitrariedad sin frenos, los
avances de la violencia, el rostro amenazante del desborde generalizado en la
economía, en la política, en la convivencia.
Esa es la causa de nuestra
reiterada prédica por la apertura al dialogo maduro en espacios republicanos, y
de la también reiterada obsesión por la edificación de puentes, de
conversaciones entre opositores frente al deterioro grotesco del discurso del
poder.
De diálogos, en suma, entre argentinos que piensan diferente pero que
quieren a su país y respetan a sus compatriotas.
Nadie que invoque
representación de los ciudadanos tiene derecho a mirar para otro lado cuando se
hace imprescindible construir alternativas políticas que tejan una red de
seguridad para los argentinos ante los dislates que vemos, y los peores que
vendrán.
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