Roberto tenía 45 años, era ingeniero y gerente de una petroquímica de la ciudad de La Plata.
Ese 25 de octubre de 1.976 lo llamaron a su casa de Belgrano y le dijeron que lo esperaban para una reunión en La Plata.
Roberto llegó a la fábrica cerca del mediodía, pero la reunión se había suspendido.
Decidió entonces ir a almorzar con algunos compañeros al comedor de la esquina.
Eligieron una mesa lejos de la entrada.
Roberto quedó de espaldas a la puerta.
Roberto habla con sus compañeros sobre el trabajo.
Dos personas con ropa de SEGBA entran al local.
Uno de ellos se para detrás de Roberto, saca una pistola, le apunta a la cabeza, y le vacía el cargador en la nuca.
La sangre tibia inunda la mesa, corre y se escurre por el piso, como por mucho tiempo la memoria de su muerte.
El asesino guardó su pistola, pegó media vuelta y se fue caminando.
Así asesinaba la guerrilla montonera en los 70.
porque sí.
La petroquímica cerró sus puertas para siempre.
Era el segundo gerente que le asesinaban los terroristas. y el miedo, se sabe, no es zonzo.
Martha, la esposa de Roberto Moyano, hasta el día de hoy llora su muerte sin consuelo.
Sus dos hijos también.
Cuando iba al cementerio de Campana acompañando el cuerpo de su marido, un auto se le puso a la par, el hombre que manejaba la miró con sonrisa socarrona. ella entendió el mensaje y cerró la boca por sus hijos.
Nunca la familia del Ingeniero Moyano tuvo justicia.
Nunca.
Cuando Martha se presentó en la Secretaría de Derechos Humanos a pedir ayuda durante el gobierno de Alfonsín y comentó como habían asesinado a su marido, un mujer la miró, otra vez la sonrisa.
"no señora, estos casos no están contemplados".
¿Y qué hago entonces?, preguntó Martha.
"Señora, haga de cuenta que a su marido lo atropelló un colectivo".
Martha lloró mares de lágrimas.
La semana pasada, 35 años después de que el terrorismo se floreara por el país matando porque sí, el gobierno de la provincia de Buenos Aires, a través de ARBA, la agencia de recaudación de la Provincia de Buenos Aires, decidió premiar a un sector.
Eximió de impuestos a los "detenidos e hijos de detenidos o desaparecidos" durante el último gobierno cívico militar.
Es decir, a los terroristas e hijos de terroristas.
Yo me quedo pensando.
Martha sigue llorando su injusticia, como otras 17.000 Víctimas del terrorismo de Argentina.
Los que asesinaron a su marido por la espalda, tal vez estén esta mañana haciendo el trámite para no pagar impuestos.
Así los premia el gobierno por haber matado a un tipo común.
Como usted.
Como yo.
Daniel Scioli, el instaurador de este premio, lo sabe bien.
No es como el general Balza que vivió en una "cajita feliz" durante la guerra contra el terrorismo, que Argentina libró en los años 70.
No señor, Daniel Scioli les teme a los terroristas de ayer, enquistados en el gobierno de hoy.
Y les teme con razón. en los 70, los Montoneros secuestraron a su hermano José.
Papá Scioli pagó la extorsión, y así pudo salvar al nene.
Treinta años después, Daniel premia a los secuestradores.
tal vez, porque su hermano tuvo la "suerte" que Roberto Moyano NO.
Supongo que la resolución podría terminar con esta frase.
Gracias por secuestrar a mi hermano.
y los premio, por matar a Roberto Moyano.
Horacio R. Palma
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