Muchos indecentes abriga esta sociedad empobrecida en su espíritu, casi tantos como hipócritas y mucho me temo que los indecentes descriptos hoy sean los mismos aquellos hipócritas.
Tras la muerte de Néstor Kirchner escribimos en este mismo espacio una nota titulada "Hipócritas", que recibió una importante adhesión del público.
A dos meses de aquello y próximos a finalizar el año, se hace oportuno aludir a otra recurrencia nacional: la indecencia.
Indecentes todos y cada uno de los funcionarios de la presente administración con Cristina Fernández a la cabeza por permitirse todas las inconductas, por avalarlas, compartirlas o disculparlas lo que los hace cómplices y partícipes necesarios de la anomia que profundizaron en estos últimos siete años.
Indecente la oposición que prometió lo que no podía cumplir; que no hizo lo posible y lo imposible por frenar la barbarie K y terminó acompañando torpe y ruidosamente la gestión oficial;
indecente toda vez que se mostró insignificante y superflua, que convalidó con acciones y omisiones cada patraña, cada delito y cada obscenidad servidas por el poder político.
Indecentes los representantes sindicales y empresarios que negocian cada palmo de sus privilegios en plena conciencia de arrancarlos ilegítimamente para satisfacer intereses espurios, que corrompen funcionarios para obtenerlos o que se dejan corromper por ellos para seguir estando;
indecentes por anteponer el corto plazo y la ventaja inmediata;
indecentes cada vez que incumplen con la obligación sectorial que les cabe de defender las instituciones y las utilizan en provecho personal.
Indecentes por no hacerse cargo de la enorme responsabilidad que tienen en la descomposición social que padece hoy la Argentina.
Indecentes los jefes militares que negociaron su propia impunidad a cambio de entregar a subalternos y arrojarlos a las fauces del enemigo ignorando la noción de autoridad en la que se formaron.
Indecente el periodismo lacayo y el colaboracionista que por pesos o por cargos distorsiona la verdad.
Indecente por claudicar, por hincarse frente al poder, por no entender la dignidad de la resistencia al autoritarismo y suponer que es menos grave ser obsecuente que ser falso.
Indecentes los que aceptan trabajar para medios del gobierno, decir o escribir lo que les mandan y aceptar dinero malversado de lo que se recauda para otros fines.
Indecentes los jueces que especulan con su estabilidad antes de firmar una sentencia, que toleran presiones políticas, que tienen contacto con funcionarios o con privados y abren la posibilidad de "interesantes" ofrecimientos.
Indecentes cuando se resisten a renunciar si no pueden hacer frente a la arbitrariedad del poder.
Y también,
indecente una generosa porción de la sociedad argentina que calla y otorga; que se refugia en los shoppings para desconocer la realidad que la rodea; que con el cliché de "esto siempre fue así" acepta el robo, la coima y los incapaces al frente de cualquier cosa;
indecente cada ciudadano que emplea personal "en negro" y evade impuestos bajo la excusa de que el gobierno es el primer defraudador; el que toma el atajo y se trepa a la corrupción crónica.
Muchos indecentes abriga esta sociedad empobrecida en su espíritu, casi tantos como hipócritas y mucho me temo que los indecentes descriptos hoy sean los mismos aquellos hipócritas.
María Zaldívar
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