Amigos:
El último fin de semana, catorce hombres se reunieron en torno de una mesa, para discurrir acerca de las penurias que este pútrido gobierno les está ocasionando a todos los argentinos, exceptuando a los periodistas sin espina dorsal, que persisten en exteriorizar odas póstumas a NCK, que al parecer no ha muerto.
A políticos como estos radicales de bajo costo, que se prestaron para otorgar quórum en la última sesión de Diputados.
Y entre otros, a estos industriales como Méndez y De Mendicurren que, como los cortesanos y amanuenses que son, acompañaron a Kretina en su travesía hacia Corea del Sur.
El mitin en el que se dieron cita estos connacionales, preocupados por la dinámica que tomarán los acontecimientos inminentes, fue en las cercanías de Rosario.
Para algunas personas, esta data no implica gran cosa.
Y para la mayoría de nuestros compatriotas, no significa mucho más.
Pero, a pesar de los escepticismos que gobernaban el primario clima de esa reunión, las cosas comenzaron a tomar un color más auspicioso, más alentador.
Estuvieron presentes dos sacerdotes jesuitas, un vice almirante, dos generales de división, un brigadier mayor, un comandante de Gendarmería -todos en actividad-, un escritor, dos economistas ortodoxos, pero de extracción nacional, dos conspicuos miembros independientes del sector agropecuario, un representante de la industria metalmecánica y un sociólogo.
Sobre las postrimerías de la reunión, se elaboró un documento, que ha sido girado en consulta a las distintas áreas que cada uno de los asistentes representaba.
Trataré de esbozar un resumen de lo platicado.
Algunos no se conocían entre sí, dando ello lugar a algunos intervalos declamatorios, incómodos al principio.
Uno de ellos, ejercitó improvisadamente de moderador y se facilitaron las cosas, ya que estableció una secuencia prologatoria.
¿Qué hacemos con esta Patria navegante al garete?
Casi todos se expresaron desordenadamente al mismo tiempo.
Se hizo una pausa y el coordinador decidió otorgar la precedencia a los representantes de las Fuerzas Armadas.
El Marino solicitó la anuencia a sus camaradas y expresó:
Nosotros somos de la opinión que el colapso de la operatividad policial está al máximo nivel.
Conforme a nuestras estadísticas, de los setenta y cinco mil numerarios de la Federal y la Bonaerense, sólo un 40% cuenta con un aceptable nivel de entrenamiento.
Pero que en virtud a la mengua presupuestaria, el parque de municiones de calibre pequeño y mediano, no excedería una capacidad de fuego de más de diez días consecutivos.
El estado de los móviles está por encima de lo alarmante y se carece de autoabastecimiento de combustible.
Lo que obligaría a la extrema necesidad de recurrir a una requisa improvisada, en caso de un levantamiento masivo de asentamientos emergentes de la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano Bonaerense, como todos los servicios de Inteligencia están pronosticando.
Que tales extremos no se han detectado, en razón de que no se han presentado episodios violentos en forma simultánea o contemporánea entre los mismos.
Que particularmente la Armada no cuenta con más de 2.000 efectivos con poder de fuego, provenientes de los batallones de Infantería de Marina, que se encuentran muy distantes entre sí.
Y que frente a una rebelión fuera de proporciones, sólo una acción enérgica y conjunta entre todas las Fuerzas podría atenuar los efectos de un desborde del control social, pero que se reservaba esbozar un pronóstico en favor de un resultado cierto.
De los de la fuerza Ejército, sólo se expresó uno de ellos.
Con argumentos bastante similares, coincidía con lo vertido por su antecesor.
El representante de la Aeronáutica dijo que menos de una decena de cazas podrían levantar vuelo, en caso de una asonada civil y que sólo el Jefe de Estado Mayor de dicha fuerza podía autorizar la utilización de armamento y cohetería, ya que en los vuelos rasantes de práctica que actualmente se realizan, en una proporción vergonzante, las aeronaves no portan cohetería, ni proyectiles.
El representante de Gendarmería, optó por la abstención en el uso de la palabra.
Uno de los prelados se refirió a la preocupación de su Orden por el adoctrinamiento marxista que se está ejercitando en el NOA, particularmente en Salta.
Y que la Iglesia en particular, carecía de un plan de contingencia pastoral, reservándose el emitir una opinión sobre el Cardenalato.
El emisario de la industria, más enderezado a describir lo que padece su sector, destacó el absoluto divorcio entre la dirigencia de la Unión Industrial y las bases.
Que existe una camarilla encabezada por el Sr. Méndez, que se allana de contínuo al destrato que el sector metalúrgico, en particular, recibe por parte del gobierno que digita diariamente la fiscalización compulsiva de la AFIP a empresarios quejosos.
Finalmente el sociólogo, que había escuchado detenidamente a todos los expositores que lo precedieron, ensayó un breve análisis.
Dijo que no podía salir de su asombro al conocer los datos de nuestro paupérrimo sistema de defensa.
Que el gobierno, seguramente, manejaría cifras aun más afinadas.
Y que este resultado de indefensión es una práctica cuyas cimientes habría que remontar a los tiempos de un tal Borras, que fue el primer ministro de Defensa de Alfonsín.
Añadió a continuación que la gente común opta en la actualidad por el aturdimiento televisivo, erótico y futbolístico, como una hedonista forma sociológica de supresión de la realidad.
Que tal comportamiento es el resultante de la idealización negativista de una figura confiable, que no pueden rescatar de la galería de truhanes que conforman la dirigencia política.
Y que el abuso de poder de los gobernantes crea en la gente una suerte de efecto espejo, que provoca una tentativa onírica de asimilarse a la corruptela, fundamentalmente por la ausencia de una sanción ejemplarizante.
Este acentuado sistema de premios sin castigo es el que ha bloqueado peligrosamente nuestros principios como sociedad, lo que le hizo suponer que el fortalecimiento de tales excesos, finalmente habrá de herir mortalmente a la parte de nuestro pueblo que aún maneja códigos no escritos y cierto decálogo de valores, como, entre otros, la noción de la palabra empeñada.
Que el futuro de toda Nación civilizada reposa en la universidad, particularmente la pública, que actualmente está gobernada por estos aprendices de guerrilleros, esbirros del gobierno.
Que el plan K es presentarse ante el pueblo argentino como el dador de favores, como la concesión irrestricta de beneficios jubilatorios, que frente a una primera mirada surge como progresista, pero que, en realidad, encubre la implosión de los fondos públicos a mediano plazo.
Y que esas medidas de corte populista y demagógico, todas ellas, conforman la perfecta cortina de humo para validar los fraudes en el manejo de sus fiducios, que se multiplican por la inacción judicial, que debería ser la espada flamígera de estos desmanes, pero que se encuentra en franco estado de oxidación.
Agregó que si un puñado de no más de treinta magistrados del Fuero Federal se pusieran debidamente y no al revés sus pantalones, el caos de las exacciones de los K, los cortes de rutas nacionales y las avenidas de las grandes ciudades, que generalmente también son rutas, como las circunvalaciones rosarina y cordobesa, servirían de advertencia para todos estos revoltosos, asalariados de los K.
Que la circunstancia de que el Sr. Moyano esté indemne sobre su criminal participación en la fraudulenta compra de medicación oncológica, que jamás llegó a los pacientes que las requerían, le impide que su trono se desmaterialice en minutos.
Pero que esta alianza jurídico-gubernamental es el escudo más apropiado para que todo explote cuando la banda K así lo disponga.
Arriesgó enfatizar que ello acontecerá cuando el ala “progre” -Tumini, D’Elía, Perdía, Bonasso-, comience a horadar aceleradamente a la Presidente, con una refundación del “Movimiento Todos por La Patria”, en el que reivindicarán el ametrallamiento de nuestros soldados en el Regimiento de Infantería Mecanizada N° 3 de La Tablada.
Que esta “crónica de un final anunciado” será, no sólo posible, sino también inevitable.
Y finalmente, que nuestra suerte -o mejor dicho, la total ausencia de ella- dependerá de la fuerza de convicción que de ese triste epílogo cada uno de los contertulios pudiera hacer entre sus amigos, sus camaradas, incluso sus vecinos, en fin, el prójimo.
Ojalá, en algún lugar y en algún momento, una escena histórica se reedite.
Que alguien, parafraseando a Saint Just, cuando dirigiéndose a Robespierre -que junto con el primero aguardaba en la Conserjerie que se los guillotinara y dirigiendo su nostálgica mirada a un cuadro que mostraba la enunciación de los Principios de la Revolución, dijera: “Al menos hicimos eso”.
Veremos pues, qué repercusión tendrán los dichos de esta reciente y más que interesante tertulia.
Pero de algo estoy más que seguro, llevamos a cabo un PRIMER ACTO.
Atentamente,
Carlos Belgrano
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